12 de diciembre de 2014. Viernes.
PLATERO,
MI AMIGO
Platero, mi amigo, y yo. F: FotVi |
-Esta mañana, de casualidad (o no), me he dado con Platero y, en Platero,
me he encontrado yo. Platero y yo, me
he dicho. «Platero es pequeño, peludo, suave», y, tras cien años de existencia,
sigue siéndolo igual, y «tan blando por fuera, que se diría todo de algodón,
que no lleva huesos». Aunque «fuerte y seco como una piedra». Desde 1950, Platero
es mi amigo; lo conocí entonces, perdido en una página del bosque de páginas de
un libro de texto, donde fulguraban Quevedo, Cervantes, San Juan de la Cruz… Juan
Ramón Jiménez aún no había recibido el Nobel de Literatura, sería en 1956, pero
continuaba entonces con sus fobias y depresiones y, como diría Umbral, urdiendo
con Unamuno «el nuevo castellano del siglo». Esta mañana, abriéndome camino
entre los libros de mi corta (por resumida) biblioteca (he procurado poseer sólo
los libros que se me ha dado poder leer), hallo el volumen facsímil de la Edición
Príncipe de 1914 de Platero, obsequio de Casa Lucas, Murcia. He dado, pues, con
Platero y él y yo nos hemos puesto a leer Platero
y yo, como dos niños, y él reía por oírse nombrar y yo a emocionarme por
verlo llorar por la muerte de la Niña Chica, la que lo llamaba «con todas las
variaciones mimosas de su nombre: ¡Platero! ¡Platerón! ¡Platerillo! ¡Platerete!»;
así, Diario, hasta rendir a Platero de ternura (20:58:02).
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