21 de diciembre de 2016. Miércoles.
MARÍA NOCHEBUENA
-Se repite el caos; con la navaja del odio, se
multiplican los atentados y las muertes, se corta la paz. A trozos. No importan
ni el lugar ni la razón: se trata de crear confusión, y, con la confusión, miedos.
Miedo al laberinto, miedo a lo que pueda pasar, miedo al ¿y «si, en la próxima,
me toca a mí»? Una interrogación lógica y cruel, despiadada, pero real. Antes
fue en Londres, en París, en Bruselas, en Madrid, y ahora ha sido en Berlín. Una
pirámide de muertos, de vidas segadas, de latidos y sueños parados. Y lo que me
parece más terrible y cruel es parar o destruir un sueño, cercenar un latido. ¿Y
qué queda de todo esto? Un recuerdo pavoroso de miradas de reojo, de
inseguridad asustada. Y lo más alarmante es que no sólo buscan muertos, sino
enfermar las almas de los vivos. Embarrar
las almas de los vivos de recelos, de suspicacias, cercenarle la alegría de
vivir. Pues yo me atrevo a poner -si me lo permitís- esta gota de rocío (Isaías)
en este mundo de desierto y zozobra, de ansiedad, para que alivie un poco la
sed de justicia que lo acucia, y no muera de dudas y lutos, de tragedias. Como
cada año, ahí os mando este poemilla de Navidad. Y, si así os parece, sed felices;
es mi deseo, mi ala libre que vuela sobre el caos (11:53:48).