20 de enero de 2019.
Domingo.
ALETEO
CAUTELOSO DE PALOMAS
Viviendo, en Salinas de San Pedro. Murcia. F: FotVi |
-Todavía, y a pesar de
los años, me conmueve asistir y participar en la celebración de la misa, misterio
en el que se vive, se toca, se oye lo que no se ve: un Dios que habla y su
palabra aún es oíble como palabra de Dios. Todavía me estremezco cuando cojo en
mis manos el pan y el vino y digo las palabras de Jesús en la última cena. Un
autor anónimo canta: «Te amo, / ¡totalidad de corazón! / ¡sabor, oh tú, de
uvas! / ¡gusto a sangre!» Estos versos son todo un esquema de lo que es la misa.
El amor, en la misa, se mueve, te sacude, se hace pan que, con sabor a grano de
trigo molido y horneado, se come, y vino, que, con gusto místico a sangre, se
bebe. Todo es amor y fe. Y es que la fe, como un aleteo cauteloso de palomas,
anda de por medio inspirando, haciendo presente lo que es evangelio –memorial,
recuerdo–, salpicando de gozo y esperanza la vida. Siempre el amor es síntesis,
pespunte que une fe y esperanza en la consecución de un fin, el de contemplar a
Dios acercándose a la humanidad para decirle que aún existe la piedad, la otra
esquina del amor. Fe, esperanza, amor son la trinidad que mueve la vida y le da
sentido. He celebrado la misa esta mañana con la emoción envejecida, pero viva,
del primer día. Unción se llama esto. Unción más ajada, Diario, pero con el
mismo tono de voz del que dice palabras que sabe que no se las lleva el viento,
y que están ahí, alentando y dando fortaleza al que las dice y al que las oye,
como una fuente inagotable de energía (18:13:07).