viernes, 11 de enero de 2019

9 de enero de 2019. Miércoles.
SIN INTERNET

Un poco exagerado, pero cierto. El País. 

-Después del dulce y suave caramelo del sol, llegará a Murcia el frío polar, que será un suplicio para el limón, las lechugas y los alcaciles: en la madrugada, cuando baje el termómetro, los cítricos y hortalizas se vestirán con gasas de cristal y se helarán, y parecerán piel de viejo arrugado. La naturaleza, a veces, se viste de fantasma –de blanco– y asusta. Esta mañana, de pronto, me he encontrado desahuciado de internet. Y sin internet, no soy nadie. Lo primero que hago por la mañana es abrir los periódicos en el portátil y ponerme a leer. Luego de su lectura, escribo; sin ese primer trago de lectura, soy incapaz de escribir. Es como tomarme el primer café de la mañana. O sea, rezo –es una de mis adicciones–, leo los periódicos, que mezclo con otras lecturas, y escribo. Empiezo por el ABC, sus artículos que me ponen al corriente de la actualidad, sigo por El País, la viñeta de El Roto, luego El Mundo, donde me asomo a Raúl del Pozo, y así hasta dar con El Español, donde me canso de leer cosas interesadas, y me pongo a escribir. Salvo cuando voy de viaje, que entonces rezo y dejo atrás todo ese mundo confuso y contradictorio que es la prensa. Desde luego, un mundo de intereses y de determinadas inclinaciones políticas, sin vuelta de hoja. Lo que en unos es bello, en los otros es feo, lo que en unos es bueno, en los otros es malo, y así hasta el infinito. La libertad de expresión, dicen. Y lo que sucede al final, Diario, es que no me fío de ninguno, y así en mi cabeza queda solo aquello que me gusta y convence, y que va con mi idea de lo que es la vida y sus aledaños, ese don (don de Dios, por creyente) tan extraordinario y tan frágil, tan atado al tiempo y al espacio, tan dado a ganar minutos y a perderlos. Es decir, la existencia, o esa cosa maravillosa (18:48:07).

2 comentarios:

  1. “Sin Internet –dices- no soy nadie.”

    Me puse a pensar sobre eso…

    ¿Qué pasaría si, de pronto, hubiese un “apagón” mundial (apagón eléctrico, tecnológico). Creo que seríamos unos inútiles porque dependemos mucho de los enchufes. Por eso… hasta viene bien que, de vez en cuando, nos quedemos “desenchufados”.

    Una vez dijo alguien que “el hombre es un animal de costumbres”; no nos quedemos solamente mirando los periódicos (porque es lo primero que “toca”); no seamos “adictos” a los rezos, (la misma palabra es tóxica) sino que, con naturalidad, conversemos con quien sabemos está con nosotros; para eso no hace falta establecer unas horas prefijadas,…; el día a día es mucho más que una rutina.

    (No lo digo por ti, por lo que dices en tu Diario, sino por mí, por cualquiera…)

    Pienso que es necesario huir de los hábitos adquiridos y salir ahí fuera, al mundo. La vida nos ofrece más de un motivo para contemplar sus diferentes matices. La ciudad, el campo, la playa…; una tertulia en un banco, o tomando un café, observar el ir y venir de la gente (¡qué diferentes unos de otros, y todos hijos de un mismo Padre), sonreír a quien se cruza con nosotros, admirar el “ruido” del ajetreo diario, extasiarse mirando los pájaros… ¡respirar! Y todo con una misma referencia: nuestro Creador.

    Vivimos entre personas y, como todavía estamos en este “barrio”, es con ellas con quienes tenemos que tratar cada día. Dar y recibir. Compartir. Pero, aún así, si por nuestras circunstancias particulares (porque cada uno es cada uno) nos recluimos entre cuatro paredes… nos tenemos a nosotros mismos (con quien tenemos mucho que dialogar para hacer lo que nos propongamos). Pero, sobre todo, lo tenemos a Él: ese Dios que habita en cada uno de nosotros y que siempre está “conectado”.

    Por eso… SIN INTERNET somos muy grandes: SOMOS NOSOTROS.

    ¿Has visto? Gracias a tu Diario, me ha salido esta reflexión.

    Un abrazo.

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    1. Una profunda, bella, y eficaz reflexión, amigo, que leeré y releeré, hasta hacerla parte de mí. Quizá me salve de tantos "hábitos adquiridos" y de ser "un animal de costumbres". Así, como dice Plotino, seré más contemplativo, llegando a ser más YO. Gracias, amigo.

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