3 de enero de 2020. Viernes.
UN INFIERNO
Las rejas y la fe, en Murcia. F: FotVi |
-El gris, hoy, se ha convertido
hacia el mediodía en un sol con capucha invernal y mirada fría de lobo de las
nieves. Era una mirada relativamente confortable, de cadencia amistosa. «No nos
morderá este lobo», he dicho. Por el contrario, nos calentaba y animaba a salir
a pasear: eso, sí, con las manos en los bolsillos y la boca tras la bufanda. Mientras,
al alrededor, seguía el ruido de la ciudad y la traición –dicen– de Sánchez. Yo
salto de la política, pero me gusta saber, enterarme. ¿Razón? Soy ciudadano que
vota y paga sus impuestos, y lo que leo y oigo no es muy tranquilizador. Al
contrario, perturba mis oídos y me encoje un poco el corazón. Hay quien se
remonta a lo que ocurriera en 1936, y, aunque estamos en Navidad y la euforia de
los Reyes nos apresa, he de decir que aquello fue terrible y desolador. Por lo que
oí a mis padres, por lo que viví yo, y por todo lo leído y verificado en libros
y reportajes, deduzco que aquello fue un infierno. Con muchos demonios y pocas
almas blancas e inocentes; podía más la ideología y el odio, que la vecindad y
el buen sentido. Cuando oigo lo ocurrido entonces siento escalofríos y miedos,
y rezo, y me acojo al cielo para que nos salve y libere de cualquier locura
como aquella, en la que la vida y la muerte se confundían. Como dos caras de un
mismo individuo. O en cada individuo, Diario, dos caras, a la vez: la del odio
y la del miedo, como dos máscaras movidas por la ira, y sin piedad, sin el
menor remordimiento (19:22:27).