4 de febrero de
2020. Martes.
FASTIDIO
Soñando música, Chopin. Parque Łazienki. Varsovia. Polonia. |
-Abro la ventana y se me
llena la habitación de azul y sol; algo parecido a lo que debe sentir un pez, en
el mar abierto, al abrir el día. Azul y vida, pues, en un cuatro de febrero
amable, primaveral, que invita al bostezo. Mientras me afeito, pongo la radio,
y el bostezo, como las manos de un ciego cuando va a andar, se me ensancha: hablan
de política. Aburrimiento. Ayer se abrió la nueva Legislatura, habló el Rey a las Cortes y todos parecían escucharle, pero después la mayoría, sospecho, se
pasará sus palabras por el forro de sus antojos, o intereses. El Rey
ha dicho: «España no puede ser de unos contra otros. Debe ser de todos para
todos». Frase para reflexionar en paz y con calma. No con la bilis, ni la
acritud del que destila odio por el colmillo. En Suiza se suele decir: «Uno
para todos, todos para uno». Lo mismo que en Los tres mosqueteros del escritor Alejandro Dumas. Es una frase de defensa
y protección, de altruismo y confianza. Antes, los independentistas habían
leído un manifiesto conjunto. Un tal Rufián –en el apellido se exhibe su excelencia
intelectual y ética– había dicho: «El rey no me representa». Ni a ti ni a nadie, chaval. El Rey,
en una democracia parlamentaria, simplemente está, como símbolo, como paradigma, es el que arbitra y modera, y
nunca pone ni quita nada. Luego Rufián y los suyos han dejado el Parlamento y se
han marchado. Sin embargo, a final de mes irán todos a cobrar sus salario, ufanos
y sin hacer ascos a la pasta. Que la pasta
es la única patria de algunos. Lo dicho, Diario:
fastidio, náusea, asco. Pero, al fin, me repongo y sigo haciendo lo de cada día:
trabajar, soñar, hasta «darle a la caza alcance» (San Juan de la Cruz); ah, y
rezar, no «unos contra otros», sino «todos para todos», evangélicamente (19:01:41).