23 de enero de 2020. Jueves.
LUGAR DE MUERTE
Así nace la luz en el erial. Salinas de San Pedro del Pinatar. F: FotVi |
-Enfermizos, mataban por
odio, por lealtad al sentimiento, dejando la razón a un lado, por vocación de
asesinos. A sangre fría, con toda la ira puesta en el gatillo de la pistola que
apuntaba a la nuca. Ira que se convertía en sangre, en los ojos de los asesinos
y sobre la mesa de los bares, o en la calle, en el descampado, en casa, o al ir
al trabajo. Cualquier lugar era lugar de muerte. Hasta una casa cuartel donde
había niños, que jugaban con la inocencia en los ojos y en las manos. No les
importó: activaron el dispositivo y explosionó el coche-bomba. Se marcharon
riéndose. Hoy se cumplen 25 años de la muerte de Gregorio Ordóñez en el bar La
Cepa de San Sebastián. Entonces, nadie se movió: unos movían el árbol y otros
recogían las nueces. Dijo Arzallus. Unos mataban, otros hacían como que no
veían, y los más sufrían. Ahora, su mujer Ana Iribar, 25 años después, celebra
que se vaya a poner una placa en el bar donde fue asesinado Gregorio Ordóñez, para
que así «las nuevas generaciones sepan que en ese bar fue asesinada una persona
que representaba a miles de ciudadanos». Era concejal del Ayuntamiento de San
Sebastián. Por eso digo que hubo muchos ciudadanos en el País Vasco que
lloraron su muerte, seguro que menos de los que debían. Pero los hubo. Yo, Diario,
he rezado una oración por él y por los que, como él, murieron a manos de esos
carroñeros feroces –y cobardes– de la política (18:22:28)
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