5 de abril de 2020. Domingo.
AUNQUE PAREZCA NO
ESTAR
Palmas en la noche, del alma. Torre de la Horadada. |
-Tras esta pandemia, el
mundo será otro. ¿Mejor, peor? Creo que será más solidario, más cercano, con
más hermosas miradas cruzándose entre las gentes en señal de amistad. Será un
mundo, así lo espero, más espiritual, más dado a la vida interior, a ese
paisaje íntimo y esencial de nuestro ser, donde nos encontramos con nosotros
mismos y nos conocemos mejor. Hoy, Domingo de Ramos, no habrá palmas en las
calles, ni ramos de olivo, ni hosannas al que viene en el nombre del Señor, ni
la entrañable imagen de Jesús montado a lomos de una cariacontecida y tierna borriquilla.
Ni habrá niños absortos contemplando esa imaginería misteriosa que camina al
ritmo de los latidos de su corazón. Es decir, pausadamente, con la lentitud de la
mano de la madre que se posa en la frente del hijo con fiebre. Este año todo eso se suprime, digamos
(con todo respeto) que se ha desmontado el circo, la apariencia, pero no el
espíritu de la fiesta. En cada uno de nosotros caminará la fe haciendo el
milagro de ver a Jesús entrando en Jerusalén montado en su humildad, en su
ofrenda, en su servicio a la humanidad. Y caminará acompañado de lo mejor de
nosotros mismos, como uno más, a nuestro lado, diciéndonos: «Ama a tu prójimo
como yo os he amado». Esos han sido, Diario, el ramo de olivo y la palma que hoy hemos llevado en las manos de la fe, ante el Cristo que pasaba, «aunque pareciera no estar»
(17:51:55).