miércoles, 1 de abril de 2020

1 de abril de 2020. Miércoles.
LITERATURA EN LA CALLE

Aunque de oscuro, esperando la paz. Esta mañana, desde mi balcón. Casa Sacerdotal.

-Anoche di un paso desde marzo y me encontré en abril, como si saltara de Pinto a Valdemoro. Abril, el mes de la abierta primavera, cerrado por el insidioso virus. El virus nos está coartando la imaginación y la creatividad, el trabajo y los sueños, la cercanía y la amenidad. Abril era el mes en el que se presentaban libros: poemarios, novelas, ensayos. La literatura se hacía velada, diálogo; con ella, se abría la puerta a la cultura, se entonaba un himno a la sabiduría. Los escritores, modestos o brillantes, leían sus libros, y entre el autor y el oyente se creaba una corriente de empatía que iluminaba las palabras, y se hacía casi táctil la belleza. Tocar la belleza, como se toca a un hijo o a la madre que lo cuida. O la luz y el misterio, o tu corazón latiendo al unísono con los textos que salían de la boca del autor, levitando. En abril, y en estas veladas, se celebraba la literatura y la modestia, y la creatividad sin engolamientos. Ahora, todo esto ha quedado silenciado, mutilado, el virus se ha llevado el gozo de comunicarse, de darse en la tertulia; ha silenciado la vida nueva literaria que siempre brota por abril. Pero, cuando esto pase, ahí seguirán el amor, la vida, la bondad, el paisaje, la sabiduría, el silencio, la tragedia, la persona, y las palabras, que son las que narran y embellecen este acontecimiento al que llamamos aventura humana, en verso o en prosa, pero siempre con el corazón puesto en el hermoso relato de la vida, y aun de la muerte, y con una audiencia que vibra con el poeta o se conmueve con el narrador. Esta es, Diario así la he llamado, literatura en la calle (18:58:28).

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