3 de septiembre de 2021. Viernes.
LA POMPA CAÍDA
LA POMPA CAÍDA
-Mi reloj marca los segundos de cinco en cinco, al segundero le ha
llegado la lentitud de la ancianidad; segundos, sin embargo, que marcan bien,
pues marcha en hora. La edad del reloj: 32 años. Regalo de las catequistas de
San Pedro del Pinatar en 1989. Desde entonces, va en mi muñeca y camina a mi
ritmo, solo que él da las horas exactas y yo las desafino, me quedo en la
nostalgia de lo que ha sido y ya no es, de aquello que fue y ya no está. Ayer,
en la cadena Cope, oí al Papa Francisco hablar, una vez más, de la «cultura del
descarte», que tira lo que no produce, dejándolo en la cuneta del desguace. Los
ancianos, los niños no deseados, los discapacitados: el espíritu del sicario
prevalece sobre la conciencia. Una conciencia depravada es un libro de moral
roto, hecho hoguera. El dinero es la conciencia del esbirro, del sayón. Al
sicario le pagan y elimina, obedece al dinero y no le preocupa nada más. Decía
Víctor Hugo que la conciencia es la presencia de Dios en el hombre. Cuando se
pierde a Dios, se desvanece la conciencia. ¿No será que falta algo más de Dios y
sobran políticos iconoclastas, talibanes apodados progresistas de la evasiva? Proponen
que en la escuela se enseñe ideología, y olvidan, con las matemáticas, entre
otras materias, a Dios, que no es matemáticas, pero está en las matemáticas. El
político, en general, se hace conciencia –exquisitez– cuando anda por la
oposición, y olvidadizo en el sillón de la egolatría. Glosando a Ortega, Diario,
el que ocupa el sillón, suele decir: «Yo soy yo, sin circunstancia». O la pompa
caída en el engreimiento, en la sandez, con vara de mando (13:05:54).