13 de noviembre de 2021. Sábado.
MUSEO BARÓN DE BENIFAYÓ
MUSEO BARÓN DE BENIFAYÓ
-Sale el sol por el cuello apenas abierto de la camisa de las nubes y se
instala en el bello concierto de la naturaleza. El sol, peregrino incansable, viste
de luz al pino y a la mariposa, al silencio y a la música, al ser humano y a la
vida, y se desparrama por el suburbio y la ciudad, es luz que ilumina y
calienta. Como diría Isaías: «Todos los sedientos, venid a las aguas… Venid,
comprad vino y leche sin dinero, sin costo alguno». Y el sol es todo gratis, Dios
invita. He viajado a San Pedro del Pinatar con Francisco Javier Illán a
celebrar, invitados, el 20 aniversario del Museo arqueológico y etnográfico del
Barón de Benifayó. Una celebración –fiesta– entrañable y familiar. Ha habido
palabras, música, diplomas, niños, emoción. Arriba, el sol y las nubes –juguetonas
sombrillas del sol–, y, al frente, la fachada neo-mudéjar del Museo, hoy homenajeado.
20 años, su juventud me emociona; y cómo lo cuidan, como su tesoro cultural y pedagógico,
educativo, y los tesoros hay que protegerlos, con mimo. Gracias Visi, alcaldesa;
gracias Marcos, su guardián; gracias San Pedro todo, pueblo; preservar el
pasado –las raíces– es ir haciendo el presente, y casi profetizar el porvenir. Decía
Mario Botta, arquitecto suizo: «Un museo es un lugar espiritual. Cuando se
acercan al arte, las personas suelen bajar la voz». Como en un templo, Diario, respetando
y venerando la obra de Dios en la inteligencia del ser humano. Como diría
Borges, el museo es: «Ese montón de espejos rotos»; pero que aún brillan y
hablan de los sueños y fantasías de la humanidad; es decir, de Dios y su obra; del
soplo del Espíritu que alentó el barro, transformándolo en sabia claridad, en creación (18:26:48).