sábado, 13 de noviembre de 2021

13 de noviembre de 2021. Sábado.
MUSEO BARÓN DE BENIFAYÓ

Museo Barón de Benifayó, organizadores. F: Faceboot 

-Sale el sol por el cuello apenas abierto de la camisa de las nubes y se instala en el bello concierto de la naturaleza. El sol, peregrino incansable, viste de luz al pino y a la mariposa, al silencio y a la música, al ser humano y a la vida, y se desparrama por el suburbio y la ciudad, es luz que ilumina y calienta. Como diría Isaías: «Todos los sedientos, venid a las aguas… Venid, comprad vino y leche sin dinero, sin costo alguno». Y el sol es todo gratis, Dios invita. He viajado a San Pedro del Pinatar con Francisco Javier Illán a celebrar, invitados, el 20 aniversario del Museo arqueológico y etnográfico del Barón de Benifayó. Una celebración –fiesta– entrañable y familiar. Ha habido palabras, música, diplomas, niños, emoción. Arriba, el sol y las nubes –juguetonas sombrillas del sol–, y, al frente, la fachada neo-mudéjar del Museo, hoy homenajeado. 20 años, su juventud me emociona; y cómo lo cuidan, como su tesoro cultural y pedagógico, educativo, y los tesoros hay que protegerlos, con mimo. Gracias Visi, alcaldesa; gracias Marcos, su guardián; gracias San Pedro todo, pueblo; preservar el pasado –las raíces– es ir haciendo el presente, y casi profetizar el porvenir. Decía Mario Botta, arquitecto suizo: «Un museo es un lugar espiritual. Cuando se acercan al arte, las personas suelen bajar la voz». Como en un templo, Diario, respetando y venerando la obra de Dios en la inteligencia del ser humano. Como diría Borges, el museo es: «Ese montón de espejos rotos»; pero que aún brillan y hablan de los sueños y fantasías de la humanidad; es decir, de Dios y su obra; del soplo del Espíritu que alentó el barro, transformándolo en sabia claridad, en creación (18:26:48).

viernes, 12 de noviembre de 2021

12 de noviembre de 2021. Viernes.
ÍNTIMO HACIA DENTRO

Pequeña planta, asomándose y saludando, en el jardín. T. Horadada. F: FotVi

-A mí, que soy bajito (o íntimo hacia dentro), nunca me ha preocupado el serlo, pues, a lo que no llego con las manos, ni aun empinándome, llego con los ojos y el pensamiento, y, en último término, con el deseo y los sueños. Para ver estrellas (o sentirlas, si se es ciego) no hace falta medir tanto o cuanto, sino, desde la sencillez (un modo de humildad), desde el éxtasis o el asombro, desde impulsos o envites del alma, levantar los ojos y mirarlas; y más, en noche abierta. Y si, con grandeza, te abajas un poco más, hasta logras verlas en los charcos del camino. Siendo bajito, alcancé frutos que otros más altos no podían coger. Los más altos no podían subir al árbol, por más pesados; yo, sí, por más liviano. Un día, bajito yo, escribí un verso, y me dijeron: «¡Cáspita, buen verso, sigue escribiendo!», y escribí un libro, al que, detrás, hostigaron otros, que también lo fueron, libros, y se hicieron hermanos. Bajito yo, subí al latín, y al griego, y a la filosofía (menos a las matemáticas), e incluso trepé a la teología, y me hicieron cura; y, bajito, tuve y sigo teniendo a Dios en mis manos, aunque no lo merezca, pues él se abaja a mí y así no tengo que alzarme sobre las puntas de los pies para tocarlo, y poseerlo, y ser de su misma familia: hijo de Dios. Y no sólo lo toco: lo palpo y me lo quedo, y estoy autorizado, luego de ser fraccionado, a darlo, repartiéndolo; Dios se me da pan, y cruje y es miga, y, puesto en la mesa, se deja comer. Eucaristía. Y es que para ascender al milagro, como a las estrellas, no hace falta ser alto ni bajo, sino mirar y creer que lo que ves es cierto; eso sí, Diario, fiándote antes de la fe, la que toca y siente sin ver, la que vive en la Trascendencia (11:53:56).

jueves, 11 de noviembre de 2021

11 de noviembre de 2021. Jueves.
SANGRE Y TRIGALES

Lago de Tiberiades, Genesaret. Israel. F: FotVi

-El rosal ha dado su penúltima rosa roja. O el rojo y el amarillo de las hojas caídas en el jardín. Como un saxo («¡Que viva, España…!»), o una bandera, cantando las glorias de España: la España una y triste, que nos ha tocado vivir. ¿Y libre? Rojo y amarillo. La bandera de España: sangre y trigales. En la escuela se nos decía esta hermosa metáfora. El maestro Navillo, en Molina (bellos recuerdos: yo, crío, revoltoso, vivo), decía: «Niños, esto es España: sangre y trigales», y nos señalaba la bandera. Él, represaliado, venía de la sangre; y nosotros, hijos de obreros, del hambre, que todavía –aunque algo aliviado entonces– nos perseguía: o el otro trigal baldío de la posguerra. Como –casi– empieza a suceder ahora. Entonces nacía el tallo, pero no la espiga. Y, sin espiga, se esfumaba el pan. También hoy podríamos decir con Séneca, que «todo lo vence el hombre, menos el hambre». Puede auparse a la estratosfera, y en caída libre, romper la barrera del sonido. O derrocar a un dictador para que venga otro. O poner un ingenio en Marte y que revele cosas asombrosas: el agua que hubo o pudo haber, si fue el barro y lo alentó el espíritu, o si lloró y rio la vida, o no. Pero el hambre sigue en el mundo, y, con él, la injusticia y la pobreza. Y lo más triste: siguen los pobres en mi ciudad, y bajo el puente que los cobija, y a la puerta de mi mano, que a veces les da algo: un instante de consuelo para su llanto. Dios, sin embargo, sí remedia lo que el hombre, o por falta de voluntad, o por egoísmo, o por olvido, no hace. Tristeza, pues, otoñal, Diario; lamento inmenso en el jardín de la vida, que llora hojas caídas, y ríe un poco en el camino de la esperanza, la que nunca muere, la que restaña heridas y descubre horizontes nuevos, y vive en esos bellos horizontes (17:44:42).

miércoles, 10 de noviembre de 2021

10 de noviembre de 2021. Miércoles.
LAS PLANTAS RECITAN

La rosa en el jardín, diciéndose. Casa Sacerdotal. Murcia. F: FotVi

-Si el sol canta, las plantas recitan, aun en otoño. (Ejemplo: el rosal en el jardín, con sus flores anhelantes, diciéndose). El sol esta mañana está cantando su canción quebradiza, y las plantas la repiten, con gozo de humildad musitada. El otoño tiene estas músicas, casi de gregoriano monástico, que las plantas hacen celebración. Y la hacen –ritual litúrgico– dando su olor y color, como una incensación laica. Halagando la luz, de vidrio, del otoño. Hay quien dice que Dios inventó el otoño para hacer dos primaveras: la primavera esmeralda –verde–; y la  primavera dorada –otoño–; o Dios pintando la variedad –libertad– como un pintor impresionista, imprevisible, admirablemente personal. Decía Juan Ortiz, periodista, que el otoño es el juez de las hojas. Yo diría que es el rey Midas de las hojas: las arranca del árbol y las deja caer para que se conviertan en oro; oro, sin embargo, humilde, que, para hablar, se deja pisar. Hay quien asegura que el crujir de las hojas, al ser pisadas, es el llanto del mundo, de lo más pobre, donde Dios habita, consagrándose, haciéndose humanidad crucificada, eucaristía terrenal y sumisa de amor. Sol y plantas, Diario, que salmodian a Dios; salmodia –alabanza–, a la que –si me lo permitís, amigos– yo me uno, como una hoja más del otoño en el suelo, custodia de sumisión y regalo, de libertad, con música (12:01:41)

martes, 9 de noviembre de 2021

9 de noviembre de 2021. Martes.
PAISAJE EN EL PAISAJE

Paisaje en el paisaje, alabando. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Viajo a Torre de la Horadada, con la alegría de poder extender la mirada más allá de las cuatro paredes que me cercan. Paredes, sin embargo, afables, expresivas, que laten conmigo, que conocen el mundo con mis ojos, y que se miran en mí. De vez en vez, cruzamos las miradas, ellas callan, y yo les cuento. Sé que me oyen, aunque no dicen nada. Cuando yo pase, confío que hablen y digan cosas de mí, cosas que yo no conozca, o cosas que hayamos vivido juntos; en todo caso, que sean cosas hermosas. Por eso, ante ellas, me respeto y las respeto. Luego, ellas dirán, son libres. Hoy he salido al campo y he estirado mi mirada, que se ha llenado, gozosamente, de naturaleza. Con la lucidez que siempre le acompaña, conducía mi sobrino Javier, y yo me notaba paisaje en el paisaje. El paisaje, como las paredes, no hablaba, pero su silencio me inspiraba alabanza. Alabanza que hacía, como Francisco de Asís, al Creador: «Loado mi Señor», decía. Y el viaje, Diario, ha resultado ser sereno, contemplativo, emocionadamente sencillo, y agradecido (17:49:36).

lunes, 8 de noviembre de 2021

8 de noviembre de 2021. Lunes.
¡EXULTE EL ABRAZO!

Devoción en el beso, y en la abuela que lo recibe. F: Prensa.

-Es hermoso el día, como ver crecer una hoja en un árbol del bosque. La hoja crece, llamarada de luz en la luz. El bosque, en la hoja, se embellece, no obstante haber árboles caídos, cortados por la hoz del tiempo. Es la metáfora de lo que ocurre en el bosque –a veces inhumano–, de lo humano. No todo en la naturaleza humana es cruel, feroz. Competición. Sucedió así: una madre, al ir a aparcar, atropella a una niña de 6 años a la puerta del colegio, involuntariamente. Conmoción y lágrimas, ambulancias, y la madre de la niña fallecida que aparece y se da de bruces con la tragedia. Llora, como la madre causante del accidente. Y al fin, y después de contemplar la derrota sentimental y maternal de ambas, se funden en un abrazo. El abrazo es el júbilo del amor hecho signo que atrae y funde, y conforta. Es valor que hoy no se estila como forma de consolación, que se desecha por decadente y obsoleto. Abrazadas, rozando sus lágrimas, la madre de la víctima y la causante de la misma, alentándose, ambas abrazando –quizá– la misma cruz, la cruz del dolor extremo. Siempre que abrazas, te están devolviendo el abrazo, pagándote con la misma moneda de amor que tú das. Es el signo de Jesús palpando las llagas del leproso, amándolas, en el tacto. La que había causado el accidente estaba desolada, llegó la madre de la niña fallecida, y, en el abrazo, puso su corazón a la altura del otro y se consolaron: deslumbre de misericordia. Ya dejó dicho San Juan de la Cruz: «Quien no ama, ya está muerto», y todo abrazo es amor, que vive, Diario, en quien lo da y en quien lo recibe: unción que alivia y cura, y consagra (12:17:22).

domingo, 7 de noviembre de 2021

7 de noviembre de 2021. Domingo.
MÚSICA CALLADA

El piano, música callada. Varsovia. Polonia. F: FotVi

-Domingo, 6 grados al despertar, un sol de lana, suave, y la oración de alabanza en los labios, para llamar al siempre desvelado Dios, que habla con silencios. En Dichos de luz y amor enseña San Juan de la Cruz: «Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída en el alma». Como el amor con amor se paga, el silencio, con silencio, se oye. El ruido no oye, ensordece, el silencio, por el contrario, escucha. En silencio, y dispuesto a escuchar, leo: «Tú ven, ven, oye conmigo, / oye la silenciosa/ reproducción del polen». Y sigue: «¡Cómo / suenan la almendra, la manzana, el trigo!». Claudio Rodríguez en el poema Música callada, como una exhalación misteriosa y mágica de silencios, que nos habla, no de oír, sino de escuchar, de afinar el alma y paladear la belleza oculta. Cuando leo la Sagrada Escritura, lo hago en silencio, para escuchar su interior y desentrañar su entraña, invadiendo sus rincones de gracia donde se halla Dios, y entonces oigo que responde a mis preguntas, amando. En el amor se oye el silencio de Dios, tan clamoroso, pero tan sin sonido. Como el silencio de la fruta, que solo se oye cuando la lesionas, cuando la muerdes. Entonces da su dulzor, que también es silencio. Para oír el rumor de las cosas que me sirven –el libro, la mesa, la luz, el papel donde escribo– quedo en silencio; y el silencio, Diario, me enseña a amarlas y respetarlas, y a Dios, que está en ellas, y en las que –también en silencio–, se dice, se expresa, y habla, sin palabras (12:09:19).

sábado, 6 de noviembre de 2021

6 de noviembre de 2021. Sábado.
¡LA LUZ!

María con el Niño, Santa Sofía. Estambul. Turquía. F: FotVi

-Anoche relampagueaba y tronaba el cielo, y una lluvia fina mojaba el espectáculo, que no duró mucho, solo unos instantes, instantes de luz y sombras, maravillosos. «El fuego del cielo y la noche, qué bien cuadran», me he dicho: se apaga el cielo –el relámpago–, y la noche se encierra en sí misma, la oscuridad se encubre en su oscuridad; se vuelve a abrir y, mientras las calles se visten de charol, danzan las sombras y los árboles fulguran. La luz y la noche, o los colores el pincel que los pinta. Me llamaba la atención un anciano pintor que, en el parque, y debajo de una jacaranda en flor, pintaba retratos sin modelo. Echaba una mirada al entorno, se concentraba, y al poco el pincel se ponía en movimiento. Mirada, mano y pincel. Y el lienzo. Donde toda la luz se concentraba junto a los colores que el pincel iba derramando. El pincel que ponía sombras y claros, y deletreaba así los rasgos de las figuras que el pintor le sugería. Sólo los días de lluvia no acudía el anciano pintor. Un día de los que me acercaba a ver su trabajo, le pregunté por qué hacía únicamente retratos, y sin modelo. Me contestó que «sólo pintaba recuerdos», por lo que no necesitaba modelos. «El pintor que pinta a un modelo –me dijo– lo paraliza en el tiempo, arrebatándole la gracia y el movimiento. Pintar los recuerdos, sin embargo, es dar vida a lo que pintas, los gestos, las miradas, los destellos de su cuerpo que no pasan. Yo pinto mis recuerdos para que no muera nada de lo que fue mi vida y la de aquella persona que pinto, que detengo en el cuadro sin detenerla a ella», concluyó. Y, al querer saber la razón de pintar en el parque: «El pintor –me dijo–, ¡la luz!». Y allí dejé al anciano pintor, con su mirada, su mano, su pincel. Y su luz. Dando vida en el lienzo a sus recuerdos, que quizá fueran recuerdos (¿y por qué no?) de todo lo que amó. Con este modo de pintar, Diario, sin modelo, no debe ser difícil –después de orar un poco– pintar a Dios, en su ancho, en su inabarcable Amor (17:21:21)

viernes, 5 de noviembre de 2021

5 de noviembre de 2021. Viernes.
CON DIOS EN LA RETINA

Peregrinando, casa de la Virgen: monte Solmiso. Turquía. F: FotVi

-Sale el sol y miro el día, y me abrigo un poco, ha empezado a notarse el frío, el de cara de invierno, pero otoñal. Aún no es frío que hiera y aturda, que pasme, es un frío de serenidad benigna, piadoso, que solo invita a resguardar las manos en los bolsillos y a salir a la calle con jersey. Mientras, dejo que vuelen  imaginación y sueños –reflexiono, cavilo ideas–, y me digo: «Se me ha dado peregrinar», y en ello estoy: en peregrinación constante, y viviendo. Toda vida es un ir, es un dar pasos hacia alguna parte, y todo nace de la fe y se alarga y prolonga en la esperanza. El brote es la fe y el tallo, la esperanza. La fuente es la convicción, y el río, el anhelo y la expectativa, lo que va surgiendo y prospera. En uno y otro caso, todo es correr; el correr del árbol del tronco a las ramas y de éstas, a la hoja y al fruto, hasta tocar aves y cielo. Un árbol sin cielo es como una catedral sin rezos; la catedral no acaba en las bóvedas, sino en Dios, en el que da –más allá de las bóvedas– la plegaria, con la que se le toca, se le invita a responder. Sin verle, yo peregrino con Dios en la retina; en la fe le veo y en la esperanza le voy siguiendo, hasta el amor, acorde final, y hallazgo. Pero en mi peregrinar con Dios se me harán presentes, lo sé, la tentación y la persecución; es decir, la duda y la cruz. Siempre habrá quien me invite a convertir las piedras en pan o a darme los reinos de este mundo, si, postrado (¿ante qué dios: el poder, el dinero, el prestigio?), le adoro. La duda me perseguirá, con la cruz. Pero, al fin, la duda y la cruz se tornarán certeza y glorificación, pues como se afirma en el Libro segundo de los Macabeos: «El Señor Dios vela», y si él vela, Diario, no tengo por qué temer ni a mí mismo ni a mis enemigos. Y así vivo, peregrinando, batiendo alas (19:52:22).

jueves, 4 de noviembre de 2021

4 de noviembre de 2021. Jueves.
LUZ Y ASOMBRO

Niños riendo, Navidad. F: Brother.

-Sol espléndido, bajo el palio azul del firmamento. Extiendo las manos, las abro y tomo un poco de sol, lo pongo en mis ojos y la claridad me invade; ser claridad –centelleo–, que irradie claridad: como aquella niña de tres años, que, al preguntarle qué era Navidad, exclamó: «La Navidad es el cumpleaños de Jesús». Y al insistir y preguntarle quién era Jesús, sin cortarse y ceceando, respondió: «Ez el Hijo de Dioz». Y todo queda como estaba, salvo el ceceo de las «eses» y el asombro. Y la niñez, que, sin romperse ni mancharse, como el cristal que deja pasar la luz, ha dicho palabras tan sobresalientes y exactas, tan bellas entre sus dientes. La niña aún no era consciente de lo que decía, pero sí las palabras que dicen lo que alguien, que se las había enseñado, intentaba que dijeran. Las palabras siempre dicen, afirman, suceden, aunque no se entiendan. Decir, consiste en revelar la perla, la alhaja de la idea –acontecimiento espiritual– que encierra la palabra. La idea se desenreda de la mente y habita en la palabra, hasta que ésta es dicha y expone su alma, su interior de luz o sombra, de paloma o de ave rapaz. Las ideas, en la palabra, están calladas, pero no inmóviles; por eso, al romper la palabra, como el germen en la semilla, las ideas se hacen significado, emoción, vibración, y entre sustantivos y verbos –acompañados de otros complementos–, drama o comedia; es decir, vida: o explicación y crónica de ésta, historia humana. Navidad, pues, Diario –y según esta niña, que aún no alcanzaba los tres años–, es el cumpleaños de Jesús; de Jesús, que es –revelación en boca de una niña– el Hijo de Dios (19:44:11).

miércoles, 3 de noviembre de 2021

3 de noviembre de 2021. Miércoles.
VOLVIMOS RIENDO

Vieja, con siglos, pero iluminando. Catedral. Murcia. F: FotVi

-El grupo de ancianos –¿de sabios?– de la Casa Sacerdotal fuimos vacunados ayer: tercera dosis contra el covid y la vacuna de la gripe. Al ir, caminábamos pensando en el pie que adelantábamos y en el que dejábamos atrás; o sea, trabajosamente, como tanteando las pisadas. La vejez se cansaba en nuestros pies, que hablaban el lenguaje de lo efímero, de lo extenuado. Quizá. Con el salmo íbamos diciendo: «Al ir iban llorando, llevando las semillas». La semilla de lo que fuimos: aquellas ilusiones, las bondades de Dios, lo que hicimos y lo que dejamos de hacer, los pros y los contras de nuestras vidas, las homilías lerdas, sin preparar, o las otras sabias, encendidas de amor y cordura, meditación –recogimiento–, y trabajo, y gracia de Dios. O el Espíritu Santo invadiendo, irrumpiendo en nuestra mente y corazón. Como el águila aletea sobre sus polluelos, y los alimenta. Así nos inspiraba el Espíritu de Dios. Caminábamos, pues, con el peso de los años y los recuerdos resbalando, bajando a nuestros pies, haciéndolos pausa, y risas benévolas. Arrastrábamos la vejez y reíamos –¡las vejez ríe!–, por no llorar. Aunque pienso: «¿Y por qué llorar, si cuesta lo mismo reír?». Nos pincharon –la dulzura de una azucena joven–, y nos volvimos riendo, «trayendo las gavillas». Recogida la cosecha de la vacunación, volvimos y nos fotografiamos, como recuerdo y agradecimiento a una sanidad pública y virtuosa, concebida para todo el que se acerca a ella, y la solicita. En este momento me viene a la memoria, Diario, una máxima de Epicuro de Samos: «No se ha de considerar dichoso el joven, sino el anciano que ha vivido una hermosa vida» (11:56:22).

martes, 2 de noviembre de 2021

2 de noviembre de 2021. Martes.
HOY, PLEGARIAS

Cielo de oración, en Casa Sacerdotal, Murcia. F: FotVi

-Día de los fieles difuntos; fieles, o los fallecidos en la luz –aureola– de la fe. Ayer llevamos flores a los cementerios, que se marchitan; hoy, les ofrecemos plegarias, que Dios escucha y permanecen en su sensible e inmenso amor, floreciendo. Siempre. Las plegarias no se extinguen, nacen de un amor más espiritual, más íntimo, más de entraña, amor que nunca falla, y más si se da; si se da, se hace más amor, se agranda, gozosamente se multiplica en el corazón. El pan, partido, se hace más pan, más clamor en la boca, más gracia que masticar. En la flor que se ofrece, puede que haya amor, pero un amor fugaz, lírico tal vez, pero breve, amor que se va debilitando conforme la flor va muriendo, que agoniza con la flor. Sin embargo, la plegaria –palabra– es bocado que se eterniza en los labios del que reza, y más si descansa en el amor de Dios. La plegaria se hace combustible hermoso en el amor de Dios, hoguera que no se consume. Ayer, flores; hoy, plegarias, para los difuntos: será como poner voz a las flores, sentimientos a los pétalos, constancia al polen –con abejas– para que perduren. Decía Antonio Porchia, poeta italoargentino: «Se vive con la esperanza de ser un recuerdo». La flor es el recuerdo; la plegaria, Diario, es el amor hecho palabra, siempre en la boca, masticándolo, reanimándolo, como algo a lo que se alienta cada vez que se dice, y reposa –Él, que oye– en Dios (16:58:10).

lunes, 1 de noviembre de 2021

1 de noviembre de 2021. Lunes.
PUNTO CERO

Florecillas en la acera, con humildad. Casa Sacerdotal. F: FotVi

-Las flores son así: sin ser oro, ni diamante, ni joya de diadema real, se dejan donar. Y, cuando se dan, son un lujo, incluso para el espíritu. Como el mar o el universo de las estrellas. La flor va del tallo de la planta, al obsequio, con un latido especial. O no va; sólo se queda en flor, como luz o gozo de lo efímero. Un ramo de flores, aunque éstas sean silvestres, es un tratado, a veces, de ofrenda amistosa. Y aun de amor. Las flores se cortan como el trigo, pero, en vez de pan, se ofrecen aroma y color; es decir, se dan intrascendencia, quizá, que ama y festeja, y que muere sin estertor ni drama. El pan alimenta, y, aunque duro, perdura; la flor es sólo una exhalación que hace vibrar la luz y fascina. Para cautivar, a la vez, los sentimientos. Ayer vi unas florecillas que habían nacido en la hendedura entre dos losas, en la acera, y las fotografié; y pensé: he fotografiado el punto cero del universo: el Aleph, según Borges. Ahí, en esas florecillas, se hacía resumen y espejo la creación. Su fuerza, su boato. Esta mañana ya no estaban; pero habían cumplido su misión de ser una realidad viva –quizá con alma– del Todo que nos aturde y maravilla. La flor, que incluso es exvoto (casi oración), para los difuntos. Celebrar la flor, Diario; para, en ella, evocar, en el día de Todos los Santos –con el recuerdo de los santos de casa, los tuyos, los míos– la Santidad de Dios (21:07:37).


domingo, 31 de octubre de 2021

31 de octubre de 2021. Domingo.
LA VIDRIERA DEL DÍA

Así amanecía, una hora menos. Casa Sacerdotal. Murcia. F: FotVi

-Un día más, y con cambio de hora: el día, como una paletada de luz, se me ha hecho, de pronto, claridad; y en la catedral del día, hermosa vidriera de color. Hemos dado al reloj marcha atrás y nos ha regalado una hora más de reposo. La paloma del sueño no se ha movido hasta que el despertador ha sonado. Una hora más en mi vida, y una hora menos de vida. Una alegría inmensa por la hora que se me da, y una pequeña tristeza –sombra–, por la hora que se me quita. Pero como diría Gabriela Mistral: «Las horas más felices son aquellas que nos hacen sabios». O un poco más sabios, pienso yo: menos ignorantes. Ahora que se estila no saber nada, o muy poco, para ser primer ministro o acólito –compinche– de ministro –la excelencia no cuenta–, no estaría de más que el pueblo alcanzara más sabiduría y así poder desmontar las patrañas, la farsa que se traen entre manos los mandamases y sus lacayos, siempre bien pagados y olvidadizos, con la mentira como arma propagandística y perversa. En este momento, la política es publicidad y apariencia, nada sólido y constructivo, derribo. Pido a Dios, Diario, que el pueblo aprenda a valorar la verdad y repudiar la hipocresía, y que castigue al engañador no creyéndole jamás, dejándole caer, como se tira una colilla, en el barro del olvido, sin ira, pero con audacia, y fiesta en los ojos (17:53:43)

sábado, 30 de octubre de 2021

30 de octubre de 2021. Sábado.
HERMOSA MONOTONÍA

Pequeña belleza caída, en el jardín. C. Sacerdotal. Murcia. F: FotVi

-¿Cuándo se me ha ocurrido dar gracias por las pequeñas cosas –la cuchara, el vaso, el calzado– que cada día sostienen y alegran mi vida? Pequeñas cosas digo; como la gota de agua o la letra de un libro. La gota de agua que hace posible el mar; o la letra, que, en el libro, conforma la biblioteca. O las ondas hertzianas y electromagnéticas que nos permiten ver la tele y escuchar la radio. Todo nace de lo pequeño para alcanzar lo grande, lo extraordinario. Miguel Ángel decía: «La perfección no es cosa pequeña, pero está hecha de pequeñas cosas». El atleta corre, desafía al cronómetro, pero dando pasos, que son pequeñas cosas, como la nota musical o la tecla del piano. El atleta bate marcas, la nota musical crea melodías que luego se representan en el piano, como manjar y regalo para el espíritu. Un tapiz se hace con el hilo de la trama y una gran fortuna empieza con un céntimo. Como decía Sócrates, el conocimiento se inicia en un pequeño asombro. Te asombra una espiga y piensas en el grano de trigo, que cae en tierra, muere y da fruto. (Jesús de Nazaret). Dar gracias, Diario, por la hermosa monotonía de las pequeñas cosas que nos acompañan en la vida y nos hacen vivir como si Dios estuviera a tu puerta llamando, ofreciéndose amor; o el sí de Dios al ser humano, tan esquivo a veces (12:38:14).

viernes, 29 de octubre de 2021


29
de octubre de 2021. Viernes.
PALABRAS, AMADAS

Todo es leguaje, habla el cielo, el ser humano, Dios. F: FotVi

-Cuando escribo, suelo cuidar las palabras, pues hablan, tal vez sin pretenderlo, de mi interior: desnudan mi alma –con frío, a veces– sobre el papel en el que se escriben. Las palabras que dices son el aliento que expeles, en el que se mezclan sonido e intimidad, entraña y conciencia. En las palabras, aunque no quieras, te dices, te expones, te haces sílaba expresiva, que refiere, que narra. Si escribes odio, no trates de herirlo odiándolo, sino sálvalo con un poco de amor –elevación – y sin armas arrojadizas en las manos. No digas: «Mata al odio»; di mejor: «Salva al que odia». Y, si el que odia se hace amor, habrás roto, agrietado, resquebrajado el odio, y salvado al que aborrece, y al aborrecido. El odio no vive en sí, ni por sí, sino en el corazón de quien odia; esta es la razón por la que dice San Juan: «El que odia…, no sabe adónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos». El odio ciega; el amor abre ojos, restaña heridas, permite ser libre e instaurar el evangelio –la Palabra– allí donde se posa. Yo, Diario, al escribir, elijo –con devoción– las palabras, para que nunca puedan decir mal de mí; las palabras, que todo lo dicen, callan en sus silencios, hasta el momento en que alguien las pronuncia –o las escribe–, amándolas (13:25:00)

jueves, 28 de octubre de 2021

 28 de octubre de 2021. Jueves.
ESPLENDOR E INTIMIDAD

Amanece, la belleza se muestra, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Bostezo, me acuesto, y es de noche; despierto –salto de la cama, me restregó los ojos–, y sigue la noche. Hago una pausa, lo pienso, y digo: «Me gusta; es el horario de verano, en otoño». Con este horario puedo, en horas, ver al sol nacer y morir; o ver –casi a la vez– la luz y sus sombras, el esplendor y su intimidad: la oscuridad, donde se mueve y habla el misterio. Ver nacer el día es tan hermoso como abrir la mano y que de ella salte un pájaro, y que vuele; o decir amén y, en el silencio que le sigue, nos parezca oír el otro gran Silencio –discreción, mesura, alma atenta– de Dios. De día, en cualquier brillo, irradiación, guiño de la naturaleza, percibes a Dios; dices: «Aquí está», son los ojos los que te hablan; en la noche, sin ver, lo sientes. Como dice un himno de vísperas, en la Liturgia de las Horas: «La noche es tiempo / de salvación»: en Jacob, en Abraham, en la Pascua, en Navidad, en tantos otros acontecimientos: «de noche sigue– prolongas la voz de la promesa». En otoño, con horario de verano, el día –más breve– se hace visión, tacto, palabra que dice; la noche –más  larga– se hace silencio, retiro, contemplación: quizá poema, Dios; y entre ambos, Diario, el ser humano, realizando sueños, esperando, viviendo, hasta hallar, al fin, la Trascendencia, donde el descanso, la paz perdurable (18:02:56).

miércoles, 27 de octubre de 2021

27 de octubre de 2021. Miércoles.
SALMOS EN MI BOCA

En vela, escribiendo. Casa sacerdotal. Murcia. F: FotVi

-Salgo al día y me encuentro con la lluvia. Llovizna, que refresca el otoño. Sin embargo, el sol naciente, por el este, con su luz naranja, quiere romper las nubes y salir a darse, generoso. En Laudes, a las 7:30, pongo salmos en mi boca, que se hacen plegaria. Al fin, a las 9, el sol rompe la telaraña de nubes y se abre espléndido, deslizándose por el azul. Como una gran ola celeste. Irradia luz y alegra el corazón. Leo la prensa y, como la ceniza del volcán de La Palma, todo se anuncia negro. Negro el presente y más aún –profecía– el porvenir, que se adivina muy frío y con nieblas viscosas; fríos y nieblas el clima y la política, y hasta las bases y entramado de la democracia. Glaciales. Ejemplos: la luz, que, de tanto subir, va a hacer saltar los plomos y dejar sin ver, a oscuras, la economía. Y, con la energía, todo se encarece. El paro aumenta, la pobreza sube, se va vistiendo de andrajo y haciendo cola en los centros de caridad; pobreza que, a veces, por recato y disimulo, se baja la capucha y se esconde: es la dignidad de la nueva pobreza, la que sufre viéndose pedir, cuando hasta hace poco solía dar. Los renglones de la prensa vienen torcidos, como si los hubiera escrito un gafe. Se anuncia la posibilidad de un apagón generalizado en todo el planeta, como en la noche de los tiempos. Ante el anuncio de acontecimientos futuros tan mal pintados –rayados de tragedia–, yo rezo: quizá sea esta la última escala que nos quede para llamar al cielo y que se incline, nos oiga, y nos mire. Quizá lo sea, Diario, ¿por qué no probar? (12:11:32).

martes, 26 de octubre de 2021

26 de octubre de 2021. Martes.
GORJEO DE DIOS

Anunciando la noche, que trae el sueño. Salinas de San Pedro, F: FotVi

-Esta noche he dormido poco, no por nada irremediable, sino porque me ha venido un destello –chispazo– no esperado de inspiración y cada vez que cerraba los ojos me deslumbraba y tenía que ir a hilar versos por ver si me salía un poema. Y ha sucedido que ni he dormido lo imprescindible ni me ha salido el poema, para dejarme solo, al fin, un bostezo y ojos de bruma ante el espejo, y apenas un apunte en el papel. Decía Cela que no creía en la inspiración, que solo creía en el trabajo incesante, continuado, es decir, en «trabajar una buena porción de horas». Pablo Picasso, sin embargo, disentía de Cela en un pequeño matiz, afirmaba: «La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando». Existe. Aunque hay quien, como Umberto Eco, habla del «furor de la inspiración». Y he pensado que tal vez fuera eso: la inspiración que se ha enfurecido y me ha atacado donde más duele, en los efluvios del sueño, por donde andan libres las fantasías y las aventuras inverosímiles; y, mientras tanto, yo, en la cama, incitado a revivir palabras, a florecer versos. No obstante, para no desairar a la inspiración, me he levantado varias veces y he escrito lo que ella me dictaba. Sin apenas dormir, Diario; pero con la satisfacción de haber avivado palabras y haberles dado mi aliento: una diminutiva creación; palabras que –sin duda– serán villancico en Navidad; es decir, alegría –canto, adoración– para el Niño de Belén: ternura de Dios –gorjeo– en brazos de María (12:51:44

lunes, 25 de octubre de 2021

25 de octubre de 2021. Lunes.
BUFONADA

La Torá, o ley de Dios. En hebreo. F: Prensa

-Siempre ha sido así: dar ejemplo ha consistido en cumplir la ley: si la ley es justa y según derecho. Una ley justa es la que busca el bien y la verdad, la equidad, la excelencia, y desoye al mal. Si cumplir una ley te hace libre, es luz que te invita a seguirla. Cicerón llama a la justicia, virtud; es decir, la «cualidad moral que se considera buena». (Diccionario de la Lengua). La que viene de más allá de la intervención humana, y es buena en sí misma, ejemplar sin aditivos extraños. La virtud no es ideología, no es altercado, no es reyerta, y por eso no cala, no echa raíces entre los malos, los que pervierten el orden moral y ético y lo adaptan a su modo perverso de pensar y actuar. Viven según sus códigos, no según la ley natural, en la que, como decía Einstein, se nota la mano de Dios. Se dice que Einstein no creía en Dios, pero sí en el Dios, que al hacer las leyes, no jugaba a los dados, o que la ley natural no es producto del azar. Decía Montesquieu: «Una cosa no es justa por el hecho de ser ley –la ley del aborto, la de la eutanasia…–, sino que debe ser ley por ser justa». Recuerdo cuando en la II República se votó en el Congreso si Dios existía o no. El resultado, grotesco, delirante, fue que Dios, por un solo voto a favor, no existía. Y los que votaron a favor, aplaudieron, se miraron complacientes, y el ridículo entonces se vistió de representante del pueblo, contra el pueblo, se disfrazó de farsa, y ahí, Diario, murió, no Dios, sino la república, que no pudo resistir su propio y destructivo zarpazo, su propia, e innumerable, bufonada (10:20:12).