14 de octubre de 2014. Martes.
PERROS
Kyra pensativa, en el jardín. F: FotVi |
-Yo respeto a los perros, y los acaricio, si son pequeñitos; de los
grandes (también por respeto), huyo. Una vez, de niño, se me lanzó un perro y
me alcanzó el pantalón, que desgarró, dejándome los panderos al aire. Panderos
que, lográndolo apenas, yo intentaba tapar con las dos manos. Del perro, sólo
recuerdo su boca ardiente, y sus ojos de aguacero. Y su lomo encrespado, como
una ola de púas. Desde entonces, temo (o me hace ponerme en guardia) a todo
perro que mida más de un palmo desde el suelo al dorso. Ya sé: un croquis o esquema de perro; pero así están
las cosas. (En vez de croquis o esquema,
iba a poner una caca de perro, pero tengo mucho respeto a los perros y no me
parece bien el término, por ofensivo). Hace unos días han sacrificado a
Excalibur (decisión de prevención por lo de la epidemia de ébola), y ha habido
un revuelo sentimental y mediático casi histérico. Teresa Romero, su dueña, se
debatía entre la vida y la muerte, y el histerismo lo provocaba el perro. «¡No
estás solo!», gritaban, y se exhibían pancartas. Yo me dije: «Señor de los
perros -que también-, ¿es ésta la locura de la aberración y la estulticia?»
¿Por qué por un perro -que también- y no por los miles de personas que están
muriendo en África, junto con muchos de los héroes divinos (un modo de dar a
conocer el rostro de Dios) que las atienden? Mis lágrimas yo las pongo primero
al servicio del llanto por las personas, lágrimas con llamas de indignación
dentro, y luego, si aún me quedan lágrimas e indignación, por el hermano perro,
y por la hermana hormiga, y hasta por el fastidioso y atigrado hermano
mosquito. Si se sacan las cosas de quicio, todas las puertas que dan a la
verdad se nos caen, y nos dejan indefensos, a la intemperie, con sólo la
mentira como perspectiva de horrores en el horizonte. Lo dicho, Diario, yo
respeto a los perros, y hasta los acaricio, si son pequeñitos (19:52:14).
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