6 de octubre de 2014. Lunes.
YO FUI
DESAHUCIADO
¿Mi niñez, quizá?, en Pärnu, Bahía de Riga. Estonia. F: FotVi |
-Yo también fui desahuciado. Con mi familia. Sería por los años 40 ó 41
del siglo pasado. Fue una de las fotografías en negro que quedaron para siempre
en mi mente de niño. Una mente de niño, entonces, con aventuras y sueños, y el
asombro de las primeras letras, y los juegos interminables, además de este
recuerdo en negro, tenebroso. Llegó la Guardia Civil con un papel mugroso del
juez y nos puso en la calle. A mis padres, una hermana enferma y a mí. Y los
muebles, como un montón de restos de un derrumbe, enseñando sólo sus esquinas,
angulosas, indefensas. Las camas, las mesas, las sillas, un cuadro del Corazón
de Jesús, todo patas arriba. Mis padres pagaban el recibo del alquiler cada
mes; pero la dueña de la casa, que quería vender, se empecinó en no cobrar, y
denunció. Acusó: no pagan, y con testigos falsos. Y la injusticia de la
Justicia condenó a mis padres y dio la razón a la perjura (en el juicio juró
que decía verdad). Como ocurre ahora, salieron los vecinos y se opusieron («¡No
es justo!», recuerdo que gritaban; hasta un Guardia Civil se limpió unas
lágrimas), pero se cumplió la expoliación. Desahuciar es robar, porque se
despoja a personas, además de la casa, también de su dignidad. Vi a mi padre
asustado, a mi madre llorar, y, en una cuna tosca de madera, con sus gorjeos, a
mi hermana enferma. Yo miraba sin entender. La Justicia esta vez fue ciega e
injusta. Porque creo que de los dos ojos sólo se tapó uno, pues se dijo luego que
la dueña de la casa había agradecido
al juez los servicios prestados; pero esto yo no lo sé. Todo esto ocurrió en
Molina de Segura, en una calle, que, por ser estrecha y sombría (sólo en verano
podía el sol penetrar en su hendidura) recibía el nombre de Honda, y que,
partiendo de la Plaza de la Iglesia, daba entrada a la Plaza Vieja y seguía
hasta la fábrica de conservas de Maximino Moreno, camino del río. ¿Y por qué
este recuerdo ahora? ABC ha concedido el Premio Mingote a Olmo Calvo por una
fotografía sobre los desahucios; conmovedora fotografía. En la fotografía de
ahora (en blanco y negro, como eran nuestras vidas entonces), me ha parecido
ver a mi madre con las manos en los ojos tapándose las lágrimas. Fue en la
posguerra; cuando el hambre y los desmanes políticos. Yo, Diario, era un niño
que crecía en edad, en asombros (era mi sabiduría) y en juegos de guerra en la
Plaza Vieja, donde siempre tenían que perder los rojos; era lo que oíamos que
había ocurrido y lo imitábamos (20:20:47).
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