20 de agosto de 2015. Jueves.
CAROLINA, O EL
POEMA DEL VOLANTE DE PLUMAS QUE VUELA
Carolina, el poema del volante, en Yakarta. Indonesia. F: Reuters |
-Está claro: el esfuerzo, la tenacidad, el no ir de convidado de piedra,
sino de actor, sentir «la furia de los músculos» (Leila Guerriero) y la feliz
locura de la mente, porque la tenacidad nace en la mente, y es locura de no
parar, de irse a volar (en ella, en la mente, caben todas las quimeras), el sueño
de cruzar la meta el primero, o dar como un verso excelso el último raquetazo
ganador, en un juego alienígena llamado Badminton, juego de volante y raqueta, y
mente clara, y agilidad de gacela, con ojos y oídos que se adelantan a la
jugada, la preceden, la adivinan. Rapidez de reflejos, llaman a esto. El
volante del juego alienígena llamado Badminton es un armazón de plumas que tiene
vuelo de bala y posarse de ave, casi etéreo. Se le maltrata a golpes, fieros a
veces, y va y viene, y destella en uno y otro lado, hasta que, vencido, cae. Una
raqueta, lugar donde se enfurece el volante, vence a otra, y un punto, como un
verso suelto, cae del lado de la raqueta vencedora. Hasta que, punto a punto
(verso a verso) se acaba construyendo el poema del volante de plumas que vuela:
la victoria. Esfuerzo, tenacidad, sacrificio, codos hincados, estudio, noches
quizá en blanco, gimnasio, dolor, sufrimiento, y llanto en alguna ocasión, siempre
al límite de lo imposible. El domingo 20 de agosto, alguien, Carolina Marín, una
española de Huelva, escribió, componiendo con el volante emplumado, punto a
punto y verso a verso, un bello poema deportivo. Logró el Campeonato del Mundo
de ese deporte alienígena llamado Badminton, y, como cae el volante de plumas
tras su vuelo, como se precipita la luz o se llueve la tierra, la alegría de
Carolina, tras el triunfo, rodó, Diario, por los suelos, con su llanto de risa
y laurel, de pódium y gloria. Felicitación (11:46:38).
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