31 de agosto de 2016. Miércoles.
¡EL MAR!
¡El mar!, en Lo Pagán. F: FotVi |
-Esta mañana, casi me he despertado frente al mar, esa
luz que se mueve, esa fosa común de todos los sueños, esa constante y siempre
intacta pregunta sobre la arena de la playa y en los acantilados. En la playa
susurra, y en la pared de los acantilados estalla. «Si digo una palabra, si la
creo / alta y azul, anuncio el mar? ¿Si digo / “la mar”, pronuncio todas las
palabras?...», dice el poeta. El mar es la memoria del hombre, su lenguaje más
antiguo. Desde que el mundo es mundo, en él están todas las historias. Ulises
lo sabía y esa es la razón de su tardanza, tras la guerra de Troya, en volverse
a Ítaca; fue conociendo sus hazañas según se las contaba el mar, o según se las
iba haciendo vivir a él. Oía y vivía sus propias hazañas, contadas por el mar. Entre
los dioses y el mar, le hicieron vivir una vida errática, cargada de aventuras,
siempre perseguido por Poseidón, irritado hasta que llegó a su tierra. Contemplaba
yo el mar y pensaba en Ulises, en su vida andarina, en su fe en llegar a su
tierra, en su determinación de no ser vencido por las adversidades. Cuenta la
Odisea, que en un cónclave de dioses, Zeus se dirige «a los inmortales», y les
espeta: «¡Oh, dioses! ¡De qué modo culpan los mortales a los númenes! Dicen que
las cosas malas les viene de nosotros, y son ellos quienes se atraen con sus
locuras infortunios no decretados por el Destino». Eso solemos decir cuando nos
viene mal dadas, Diario: echamos la culpa a los demás, sin percibir nuestra
propia culpa, dejando nuestros deslices o errores a salvo de cualquier crítica
o advertencia, tratando de salvar, sin pizca de autocrítica, nuestro propio
prestigio. Así somos (20:09:57).