24 de agosto de 2016. Miércoles.
EL SILENCIO
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| Se oye el silencio, en Salinas de San Pedro del Pinatar. F: FotVi |
-Hacía tiempo que, luego de un gran acorde, o la
lectura de un hermoso poema, o el bramido del viento en la montaña, no oía el silencio.
En este mundo de ruidos, oír el silencio es un acontecimiento festivo, una
liberación del espíritu. El silencio ensordece, decía Mario Benedetti. Y más
que un mar embravecido. La causa de que yo no oyera el silencio, se debía a que
casi todo era silencio para mí. Estaba instalado en el «casi silencio» perpetuo,
en la casi total ausencia de contrates entre sonidos y silencios. Es decir,
apenas oía. Oía sólo el rumor de las cosas, su periferia ruidosa, pero no su interior
cerrado y expectante, hecho de melodías calladas, de insinuaciones sorprendentes.
Hoy me han instalado un aparato auditivo, e, increíblemente, he vuelto a oír el
silencio. He vuelto a oír la Novena Sinfonía de Beethoven, y sus escuetos silencios,
sus pájaros interiores, los sigilos que hay, Diario, detrás de tanta nota inmortal
(20:26:36).
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