3 de agosto de 2016. Miércoles.
EL NO
No, arriba, sí, abajo, en el jardín. F: FotVi |
-Juego a los dados con el no y siempre me sale no.
Juego con el no y nunca me sale el sí. Es un modo de perderme en el la
oscuridad del no, en su laberinto perverso, en su inanidad inservible. Tú dices
no, y ahí, en ese momento, acaba el mundo, se cierran todas las puertas; miras,
y al otro lado no hay nada. El no, es un adverbio que mata tristemente el sí,
dejándolo tirado en el camino de la inopia. Puedo decir no a una tentación
maligna, pero no a la responsabilidad de salir a flote cuando me estoy
ahogando. España -oigo decir- se está ahogando, y no hay quien diga un sí para
salvarla. Y no llega el sí, y así se eterniza el no, y la agonía del país. Dicen
que Napoleón dijo: «Si buscas una mano que te ayude, la encontrarás -con toda
seguridad- al final de tu propio brazo». No hay nada como tu propia mano para
ayudarte. No esperes que venga otra mano, que no te ama, a socorrerte. El no, puede
hacerse de odios, también el sí, pero menos. En todo caso, yo diría como García
Márquez: «Dile que sí, aunque te estés muriendo de miedo, aunque después te
arrepientas, porque de todos modos te vas a arrepentir toda la vida si le
contestas que no». Es verdad que García Márquez hablaba de amor, ¿pero qué es
la política, Diario, sino un acto de amor-odio entre adversarios
irreconciliables, que se dan la mano y sonríen mientras se miran con total desconfianza?
(19:46:24).
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