19 de agosto de 2016. Viernes.
EL NIÑO OMRAN
Un niño de barro y ceniza, en Alepo. F: ABC |
-De pronto el barro y la ceniza, en Alepo, se han
hecho niño, tras un bombardeo. Un niño de barro y ceniza, y los ojos perdidos,
o apagados, o huidos. Ojos acusadores, tal vez. Aunque él, a su edad, todavía
no sepa acusar. Son ojos sencillamente asustados. Se llama Omran y ha nacido,
esta vez, de la guerra. Tiene cinco años, los mismos que dura la guerra en su
país, y, tras un bombardeo, ha vuelto a nacer. No tiene juguetes, sólo
sorpresa, pasmo, asombro por la guerra. No habla, no llora, sólo mira, y
absorto, sin entender. Quisiera entrar en su mirada y ver lo que él ve, asumir
sus miedos, su aturdimiento, ver el mundo desde el terror. ¿Cómo se ve el mundo
desde la indefensión herida de la inocencia? ¿Hay mundo más allá de estos ojos embelesados,
deslumbrantes de pasividad? ¿Hay piedad en el mundo? Dicen que después de ser lavado
y curado rompió a llorar. El llanto irredento del niño Omran. El llanto dulcísimo,
inmolado, dolorido de un niño de la guerra. Él llora y la guerra sigue, y yo
pienso en los niños del mundo que lloran. Quizá ese llanto nos redima, o nos
condene. En este mundo nuestro, no hay humanidad entre los humanos que hacen la
guerra y la sufragan. En este mundo nuestro, de pronto, todo es oscuridad, penumbra,
turbiedad. En el niño Omran, Diario, nos ha llegado la noche (19:47:09).
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