28 de octubre de 2016. Viernes.
EN RACIMO
Lamento blanco, en el jardín. |
-Ahora, aquí en el piso octavo, me despierto temprano,
y no oigo a los pájaros. Por lo visto, los pájaros no vuelan tan alto; no así
los árboles que, poderosos, superan la cima de mi ventana. Son unos árboles
rectos como una mirada al infinito. A lo sumo a los pájaros se les oye más
lejos. Tras los árboles, hay un hospital, el Reina Sofía, que, antes que yo, se
despierta con luces y sufrimiento. Lentamente, se van encendiendo las ventanas,
y se va haciendo latido tenaz el dolor. Suena alguna sirena en la calle. Y al
momento, la paz. La paz que trasmite el hospital visto desde lejos. No como en
Alepo, donde todo es destrucción, pavor, muerte. Se bombardea sin piedad a la
debilidad, en los hospitales. A la angustia de la enfermedad, se añade la otra
angustia de lo insospechado. De la muerte que viene del cielo, Y mueren niños,
en racimo. 18, 22. En total, esta semana, unas 400 víctimas civiles. Que quedan
como cifras para la estadística. Sin una palabra de condena por parte del mundo
llamado civilizado. O, a lo sumo, sirven para echarse la culpa unos a otros, Rusia
y Siria a Estados Unidos, y éste a los otros dos, como si de un juego siniestro
de pimpón se tratara. Y siguen las bombas, y las treguas de paz que no se
cumplen, y las grandes palabras que, en la ONU y en otros foros de discusión y facundia,
se lleva el viento. Y es que, mientras susurran las palabras en estas curias del
simulacro, los silencios, Diario, se hacen cómplices de las bombas que caen del
cielo y matan, los silencios encubridores (19:09:03).
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