11 de noviembre de 2016. Viernes.
PERCANCE
INFORMÁTICO
Visión de Murcia, desde mi octavo piso. F. FotVi |
-Desconcertado, voy y vengo de internet a mis cosas. Y
de éstas, a internet. Y no lo hallo. De pronto, sin internet, te encuentras
huérfano, o sin pies y sin manos, sin paisaje donde acudir a mirar. O donde
embeberte. O sin sitio por el que caminar. Y han sucedido cosas: lo del atropello
democrático de Donald Trump (el pueblo nunca se equivoca, salvo cuando se
equivoca, o no); nueva ofrenda de vidas con sueños en el mar (el mar se traga
todo lo que le echan, aun a la almas que sueñan); las bolsas ayer subían y bajaban
(el tobogán de la codicia: los avispados del mercado se frotaban las manos, los
miedos de unos llenaban de monedas las manos de otros); es decir, han pasado
cosas que pasan casi cada día, algunas espectaculares y otras sencillas, trágicas,
como morirse en el mar o andar por las nubes soñando, sin saber que las nubes
son vapor de agua en suspensión, que, al comprimirse, se trasforma en líquido,
se llueve. Si andas por las nubes, puedes caer llovido, y convertirte en agua
de charco o en agua de aljibe. ¡Ah, ser agua de aljibe para calmar la sed del
viandante, y la del pájaro surcador de espacios, y la del árbol pensativo! Estos
días, Diario, sin internet y sin acceso al mundo de cada día, a la belleza de
la vida de cada día, a lo terrible de la vida de cada día, al drama y a la
comedia de cada día, he andado un tanto errático, extraviado, hasta encontrar
de nuevo la isla perdida de Robison Crusoe, o sea, internet, donde, con la
prudencia del pájaro que no cesa de mirar, mientras bebe, pienso instalarme,
hasta un nuevo percance informático (18:27:04).
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