5 de septiembre de
2017. Martes.
ALEGRÍA
Y PESAR
Rastreando la alegría, en Salinas de San Pedro del Pinatar. F: FotVi |
-Vuelvo al mar -ayer- y
me absorbe su modo de mirar, de mirarme, me reconoce y me da su mano de agua. En
las Salinas de San Pedro, el flamenco, la avoceta, el cormorán, la cigüeñuela, los
ánades, las gaviotas, que se agrupan para verme. Les pido que posen, y posan.
Los fotografío. Y alguno, luego de la foto, se echa a volar, para celebrarlo.
Las aves son muy celebrativas; después de comer, pespuntean unos cantos y luego
se marcan un vuelo. Alegre, voluptuoso, y, sin embargo, respetuoso con el medio
ambiente; y es que como diría Chesterton: «Hay que tener coraje para perseverar
en la alegría». Coraje, y alegría, diría yo, porque si tienes coraje y te falta
la alegría, se oscurece el júbilo. Por algo clamaba el poeta romántico Jhon Keats:
«Bienvenida alegría, bienvenido pesar», porque, ambos, la alegría y el pesar, suelen
ir frecuentemente juntos, tan cerca la una del otro, que hay veces que se
confunden, y ríen juntos la misma gracia, o la misma insensatez. «Todas las
naciones son España», ha dicho un líder ligeramente carismático, o modestamente
eficaz. Las naciones. Así. ¿Pero qué
naciones: todas las de Europa, las otras del mundo, o solo Cataluña y quizás también
el cantón de Cartagena? Es decir, la alegría y el pesar juntos, y, de vez en
vez, Diario, volando, como en una celebración mágica: la de las aves que comen,
cantan y luego, como en una liturgia de la felicidad, conquistan el cielo de la
tarde, aleteando sueños, bellas cabriolas de vals, y viendo el mundo a vista de
pájaro, que es como mejor se ve y más deleita (12:12:46)
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