12 de noviembre de
2017. Domingo.
NO
ABANDONES
¿Detrás de la puerta?, en Mula. F: FotVi |
-Ayer me levanté
pensando en el hospital: a un tiempo lugar
de dolor y de esperanza, me dije. El dolor queda dentro de los muros del
centro, donde es lamento y bostezo, y la esperanza, fuera, donde andan los
sueños y los proyectos. O la libertad. Porque la realidad nos dice que se es
libre fuera de la jaula. Dentro, solo se puede soñar, o, en todo caso, caerse al
fondo de la nada, donde están los detritos. Voy, con José Luis y Antonio, a
visitar a Juan Fernández, al que se le nota en su aspecto la cólera del
hospital perfecto. Todo hospital es una combinación de ira y de fe, de
expectación silenciosa abierta al asombro. Todo es susurro en el hospital: desde
las batas del personal sanitario hasta la enfermedad misma. La enfermedad se
susurra, no se dice. Anda por los pasillos de esta jaula de clausura, como un
pájaro atemorizado, al que le diera pudor volar. Y el dolor está -pájaro
sangrante- al otro lado de cada puerta a la que te asomas. El enfermo, en la
cama o en el sillón, ligado a los muchos cables -cordón o cordones umbilicales- que
mantienen en activo su vida, con dudas no obstante. Y los familiares con el titubeo
de la plegaria en los labios o la mirada perdida en los ojos. Sin embargo, andando
por estos pasillos, Diario, parece que oigo el verso de Adam Zagajewski, que
musita: «Habla más suave. No abandones la poesía». Lo oigo, y se lo digo a
Juan, mi amigo (18:25:08).
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