lunes, 20 de noviembre de 2017


19 de noviembre de 2017. Domingo.

CUERDA FLOJA

En la cuerda floja, de la línea. F: FotVi 

-Ando por la línea de escribir, como un funámbulo por el alambre. De este punto a aquél, me digo, y miro hacia el allá, y tanteo con el pie. Vibra el alambre. Sufro de miedo. No pienses en la caída. ¡Hice esto tantas veces!, te dices. Doy el primer paso, se comba la línea de escribir. Dudo; pero sigo. Oscila el contrapeso. No lo miro, solo sé que está, como alas, a mis lados. El escritor es un volatinero que aletea palabras sobre la cuerda floja; y para el que siempre existe el peligro de caerse. Y de morirse; o solo quedar herido, o salir ileso. Es un volatinero que, aunque alguna vez se caiga, si no muere, sigue adelante. Hasta llegar al final de la cuerda, donde se halla el éxito; nunca el fracaso. Porque, aunque no haya nadie aplaudiendo o silbando, siempre está el escritor, el equilibrista, que ni se aplaude ni se silba, pero que sigue escribiendo, subido a la cuerda floja, explorando luces y sombras, metiéndose en las entrañas de las palabras, y en las de la persona humana, para decir lo que ve y contarlo. Contar una mala acción o una acción de bondad y libertad, de éxtasis. Todo cabe en el funambulista escritor: la luz, la piedad, la guerra, la traición, la fantasía, el hombre, la nada; y con el poeta Adonis, inquirir: «¿Debo preguntar cómo acabará este mundo o cómo ha empezado este infierno?» O con los versos, Diario, de otro poeta: «¿Si digo una palabra, si la digo / alta y azul, anuncio el mar?» Caminando por la cuerda floja (13:04:36).

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