17 de junio de 2018.
Domingo.
UN TÚ,
SEMBRADO
Campos sembrados, en Capadocia. Turquía. F: FotVi |
-Despierto,
y contemplo un día luminoso, con luz de ámbar, como una página fatigada del
verano. Una página que se escribe cuando todavía no ha llegado su tiempo, y que
nos avisa de lo que nos espera. Ya le estoy tocando las barbas al estío y
concluyo que no soy muy optimista. El calor me agobia y me hace sentir más
vulnerable, más frágil. Luego, paso a mis lecturas y, a través de Rafael
Narbona, me entero de que Antonio Machado en su Juan de Mairena, dice «simpatizar con la figura de Cristo, pero no
como rey, sino como hombre que ha expiado en la cruz los pecados del viejo Dios
mosaico». ¿Del viejo Dios mosaico? Mas bien querrá decir de los pecados que se
han cometido en el nombre del Dios de Moisés. Y añade: «El Dios omnisciente y
todo poderoso es una fantasía terrorífica». «¡Que Dios nos libre de él!», señala,
con una cierta sorna, Machado. Dios, viene a decir, es más sencillo, más familiar,
más de andar por casa, más humanizado. O sea, el Dios de Jesús, el que cura a
ciegos, el que toca los andrajos de un leproso, el que se sienta a la mesa con
publicanos, el que fustiga a los fariseos y echa del templo a los comerciantes,
que han convertido el templo en «una cueva de ladrones». Es decir, echa del
templo al capitalismo salvaje, despótico, avariento, y llena el lugar con los
pobres que este capitalismo ha creado. Luego, Juan de Mairena aconseja buscar
al Dios que se revela «como un tú de todos,
objeto de la comunión amorosa, que de ningún modo puede ser un alter ego […], sino un tú que es Él». Un tú sembrado en Dios, Diario, que como la simiente echada en tierra,
y mientras el agricultor duerme despreocupado, crece tallo, luego espiga, después
grano, hasta hacerse gavilla, hasta hacerse pan horneado, y bocado (17:41:40).
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