22 de enero de 2019.
Martes.
¡MI SANTO!
Estar, con raíces. Salinas de San Pedro. F: FotVi |
-Me restriego los ojos,
bostezo, me incorporo en la cama y digo: «¡Mi santo!», con los brazos en alto.
Y, al instante, doy gracias. Gracias por vivir y gracias por estar en las cosas
de las que disfruto. Estar: con raíces. Y me acuerdo de aquellos a los que les
falta lo más elemental de la vida, como el pan y el agua, y el poder soñar. (El
niño Julen). O el hecho de tener en sus manos los sueños y poderlos manejar sin
romperlos ni mancharlos. La pureza del sueño juvenil. Cuando todo es posible,
incluso el lado irrealizable de la utopía. Este lado utópico de los sueños es
lo más fácil y original de cualquier ensoñación juvenil: al no existir lo
imposible, le puedes dar la forma que más te guste, o no darle forma, solo
sospecha, sin faltar a la verdad. De ahí que esta mañana haya pisado el día con
el sueño de que existan bosques sin árboles, sólo con trazos de árboles, como
en un cuadro surrealista, y un mundo sin injusticias, donde puedan vivir y
regir el mundo los niños, que suelen hacer guerras pero con pistolas de agua y
tanques de humo, sin iras ni odios, solo con la luz de la niñez en los ojos, con
los que se puede ver un mundo distinto y más humano. Cavafis, en la vuelta de Ulises
a su isla, le dice: «No esperes que Ítaca te dé riquezas. / Ítaca te dio un hermoso
viaje». Es en el hermoso viaje que me ha dado la vida, Diario, en lo que pienso
en estos días de vuelta, cuando ya vislumbro la Ítaca celeste, donde todo es
Amor y cercanía, y visión (18:38:24).
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