25 de julio de 2014. Viernes.
GOTERÓN DE
FUEGO
Fuego, en un jardín de Estambul. F: FotVi |
-Es ardoroso este verano, como un buen y añejo vino de Jumilla. Ardoroso;
es decir, con fuego dentro. El vino de Jumilla lleva dentro (o llevaba, quizá)
el fuego de la tierra que llamea en sus vides. Tierra ésta de arrebatos
solares, que se reflejan en el termómetro y en las noches tórridas, que aparcan
el sueño como si éste fuera una mala pesadilla. Un poeta, Julio Mariscal, llama
al verano «goterón de fuego» y, recordando quizá el trigal (espiga y caña o
columna izada con capitel), también lo llama: «mies de sol». Estamos, pues,
gustando las mieses del sol; es el tiempo. Con Santiago Apóstol, que hoy
celebra su onomástica. Él, también caluroso en el ánimo, pidió a Jesús de
Nazaret que hiciera bajar fuego del cielo sobre los samaritanos porque no los
habían recibido bien. Jesús, luego de llamarlo «hijo del trueno» (al igual que
a su hermano Juan), y pedirle calma, lo haría del grupo de sus íntimos. Hoy
celebramos, pues, la calentura del verano y el trueno de Santiago, que, al fin,
dio la vida por predicar el evangelio, donde se dice que el amor, incluso al enemigo,
Diario, es la única moneda de cambio en el mundo y cielo nuevos del Reino de
Dios; sin amor, todo es vejez, y declive, hasta de la misma Historia, aunque
parezca que a ésta sólo la mueva el odio (20:12:20).