8 de julio de 2014. Martes.
DI STÉFANO
Lamento, en el jardín. F: FotVi |
-Muere un hombre de bien y se nota: hay una pequeña conmoción: una
conmoción emotiva en la sociedad. El reloj del mundo (de determinado mundo, no
de todos) se para un poco. Se para y echa una mirada hacia atrás, que casi
siempre resulta ditirámbica o ponderativa, elogiosa. No está mal morirse, para
recibir alabanzas y aun una calle por la que deambulen carros y carretas, toses
y prisas, almas felices y acongojadas, toda la fauna racional y su contraria. Ha
muerto Alfredo Di Stéfano, el hombre de fútbol, que hizo arte y espectáculo el deporte,
y pan, en ocasiones, para el pobre. Una cerveza y un gol, a veces, calman
hambres y tapan injusticias, y malos humores. Di Stéfano hizo posible que casi
fuera verdad en el ámbito social el poder milagroso del Bálsamo de Fierabrás
del fútbol, cuya fórmula sabía Don Quijote y que nunca, aun deseándola
fervientemente, entregó a Sancho, su escudero. Pero sí a Di Stéfano, que la
tradujo en patadas sabias y geométricas, medidas, dadas a un balón hasta
introducirlo, como un verso, en el soneto del arco o portería del triunfo o la
derrota. Entra el balón en la portería y se hace la fiesta, o la aflicción; las
tribus, ahora (aunque no todas, por desgracia) suelen solventar así sus
litigios, que de ordinario ni siquiera llegan a pleitos de prestigio. Yo, esta
mañana, por Don Alfredo Di Stéfano, estilista del fútbol, señor de lo blanco
madridista, hacedor del moderno Bálsamo de Fierabrás del fútbol, he rezado una
oración, y, a la hora de su muerte, Diario, he dicho Amén por su vida, llena
seguramente de luces, pero también de sombras, como debe ser, y es (21:14:59).
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