9 de mayo de 2016. Lunes.
TERRACOTAS
Templo de Adriano, en Éfeso, Turquía. F: FotVi |
-A Europa se le escapa Dios, como un jabón, de las
manos, y no sabe qué hacer con la terracota de los pequeños y paticojos dioses
que se ha fabricado en sustitución del primero. Dioses de terracota necesarios,
sin duda, pero que no ven, ni oyen, ni sienten, sólo están; ejemplos: la
economía, la técnica, la felicidad corrosiva y fugaz del consumo, el no parir, que
así se redimen penurias de cuerpo y cartera -la cartera, o el alma empírica de
esta sociedad-, la igualdad sin equidad, la corrección política -o no disentir
en nada de lo que se impone con sólo apariencia democrática, la mayoría ha
dicho-, la ocultación del bien y la epifanía del mal, la injusticia justificada,
el sobrevivir sin vivir… Seguro que se me escapan algunos por olvido, pero estos
son, creo, los «terracotas» de más apariencia en el nuevo olimpo posmoderno e
institucional, convulso, del ahora mismo. Olimpo de casi todos los vicios y
apenas alguna virtud. Además, éstos son los dioses de la desesperación y la
angustia: sólo están cuando se les posee, la pobreza nunca halla ni su voz ni
sus latidos, no hay en ellos calor que consuele. Por eso Europa ha dejado de
ser referencia espiritual del mundo; ya no es fe, sino economía, bolsa, fisco, intereses,
negocio, y así florecen los egoísmos y se ausenta la fraternidad. Ha habido tergiversación
de credos: no creo en Dios, se dice, pero sí en los «terracotas», dioses mínimos
y, tan limitados, que sólo llegan a unos pocos. Ya lo advirtió Chesterton: «Cuando
se deja de creer en Dios -dijo-, de inmediato se empieza a creer en cualquier cosa»,
incluso, Diario, en «terracotas» ausentes (20:10:41).