27 de julio de 2016. Miércoles.
GUERRA A TROZOS
Muerte, en Torre de la Horadada. F: FotVi |
-¿Horror, turbación, miedo, pavor, duda, perplejidad…?
En todo caso, consternación. Abatimiento. «El mundo está en guerra, ha perdido
la paz», ha dicho el papa Francisco. Y ha añadido: «No es una guerra de
religiones, es una guerra de intereses». Pero es una guerra, aunque sea a trozos,
como él la llama. Una guerra a trozos en la que se desgarra el tejido social, y
con uñas de muerte: un trozo aquí, en Bataclán; otro, allá, en Niza; otro más
allá, un cura en Saint-Etienne-du-Rouvray. Ochenta y seis años degollados,
humillados, de espaldas y de rodillas. No ante Dios, sino ante el verdugo. Celebraba
la misa, el signo del cristiano en el que se hace presente la muerte de Cristo.
Estremece. Y no vale llorar, sólo huir, huir del hombre que es quien mata, del
hombre cruel y asesino, del inmisericorde. No existe la piedad para el fanático.
En esta guerra a trozos, un día me puede tocar, un día te puede tocar. Un trozo
de guerra me da y quedo hundido en el abismo de la prosa más horrible, del sin
sentido más destructivo. Me sumo al silencio de los que se van y no vuelven, de
los que caen abatidos por ese trozo de guerra absurda, indiscriminada, inverosímil,
y, sin embargo, verdadera, horriblemente verdadera. Y lo peor de esta guerra es
que el que mata, muere. Y no le importa. Muere matando porque hay alguien, un
dios cruel, que acabará premiándolo. ¿Dónde está ese dios? Y lloro, Diario,
porque no existe ese dios, es un dios ficción, sólo existe en la mente del
hombre que mata, sin piedad (21:06:30).