14 de abril de 2019. Domingo.
EL CRUCIFIJO DE
CADA DÍA
Varón de Dolores, en Dubrovnik, Croacia. F: ForVi |
-Día de palmas, de ramos de olivo, de gozosos hosannas,
para, al final, caer en la más honda tristeza: la Pasión. (De Jesús en el
mundo). En este domingo, la alegría de los ramos –«¡Bendito el que viene en el
nombre del Señor! ¡Hosanna!»–, se hace penumbra, llanto, con el recuerdo de la
Pasión de Jesús. Lo que es luz –la fiesta–, se hace sufrimiento, es decir,
solemnidad. Iba esta mañana con el ramo de olivo entre las manos y, al tiempo, iba
pensando en el sufrimiento de Jesús. El de la cruz que vive ahora en la
humanidad sufriente. Pensaba en aquellos lugares donde sigue elevada la cruz, con
Cristo padeciendo en ella, sin resurrección, sin consuelo. Pensaba en los países
en guerra: Siria y Pakistán; Yemen y República democrática del Congo; Nigeria y
tantos otros lugares del mundo. Pensaba en las gentes desplazadas, en lo niños sin
padres y sin patria, en las alambradas que impiden el paso a multitudes de
emigrantes que huyen del horror y que les desgarran los cuerpos si intentan asaltarlas;
pensaba en los hogares sin agua y sin pan, donde el hambre y la carencia de lo
más elemental es el crucifijo de cada día. Pensaba en el egoísmo de tantos y en
la miseria de los más. Con el ramo en la mano veía la fiesta y, al proclamar la
Pasión, veía al Cristo Crucificado, despedazado y roto, «el varón de dolores»,
como lo llamaría Isaías. Cristo retratado en cada uno de esas personas del
hambre que andan por el mundo, sin que nadie los cobije, sin abrigo que ponerse,
con solo su pobreza como vestimenta que los cubra. Luego de comulgar, Diario, sigo
con la visión del Cristo fiesta y la del Cristo cruz y sufrimiento, o solemnidad
llorosa (18:57:59).