jueves, 4 de abril de 2019

4 de abril de 2019. Jueves.
TACOS E INGENIO

Obreras de la miel, en el áloe. Torre de la Horadada. F.FotVi

-Hay palabras que parecen no caber en la boca de quien las dice. Me refiero a palabras de morfología hiriente, malsonante, grosera. No pongo ejemplos por no herir ni mi boca ni tu oído. Pero todos estamos imaginando palabrotas de este cariz. Son aquellas que suenan más de lo que pesan, y eso que algunas pesan lo suyo. Oyes ciertos tacos o reniegos y te dices: «¿Cómo es posible que tal musaraña salga de esa boca tan decorada o tan infantil?» Si dices dátil o manzana, se te hace la boca agua, y renace la frescura y el crujir del bocado en ella. Pero si dices escarabajo o sapo –es un decir–, escupitajo o esputo, son palabras estas que chirrían entre los dientes como si fueran un ácido corrosivo. Hay escritores que gustan de meter tocones de leña ardiendo en sus escritos o en sus bocas y, cuando lo hacen, un éxito barato –así está el siglo– les espera. No se trata del ingenio y el donaire, la gracia, la galanura, de nuestros clásicos Quevedo, Góngora, Cervantes, que, en sus reyertas literarias, con una de esas palabras, llenas de ironía y maldad, colmaban de luz sus escritos, y de regocijo inteligente a los lectores. Ahora, no; ahora todo es grosero y mal oliente, que hasta en la boca, antes de decirse, hiede, y, al decirse, es, Diario, vómito o eructo, y no gloria y lujo del lenguaje, sino cloaca y sumidero del deshago fétido y pegajoso, despojo (18:34:55).

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