28 de enero de 2020. Martes.
PIENSO EN
AUSCHWITZ
Escuchando la barbarie, en Auschwitz. Polonia. F: FotVi |
-Y el sol ha vuelto a
dar la cara, su cara de luz y caramelo. El día con sol es como un niño feliz
saboreando un chupachup. Todo centellea, todo reluce. Hasta paseas con otro brillo
en los pies, y en los ojos. Un servidor camina y piensa, y no dejo de
contemplar todo lo que ocurre a mi alrededor. El cisne que nada en el río, la
paloma que picotea en el suelo, el anciano que cada dos o tres pasos tiene que
detenerse y respirar. Todo lo contemplo con ojos de niño, asombrado. «Es la
vida», me digo, y, sin embargo, pienso en Auschwitz, donde, al practicar la
maldad contra la familia humana, se conspiró y se hirió a Dios. Auschwitz es el
lugar donde sangraba el odio, donde se destruyó lo más cercano al hombre: la
vida. En este lugar, como anunció Nietzsche, Dios fue eliminado en la tormenta
de ira del corazón de muchos alemanes y de todos los que, conociendo lo que
allí ocurría, miraban para otro lado. Y así, de un modo pavoroso y retorcido, fueron
humilladas la vida y la muerte. Pues la vida y la muerte de las personas se convertían
en volutas de humo, en oscuras cenizas que salían de los hornos crematorios sin
rostro ni apellido, cenizas que servían para alimentar las florecillas de una maceta
o para pisarlas en las calles de aquellos campos de extinción. En Auschwitz,
Diario, quedaron exterminadas la moral, la ética, la estética, y, en el hombre vilipendiado y envilecido, pisoteado Dios,
escarnecido, y otra vez crucificado (10:59:36).