2 de septiembre de 2021. Jueves.
GAJES DEL OFICIO
GAJES DEL OFICIO
-Me voy a levantar de la cama y da vueltas la habitación, como si fuera montado en un tío vivo. Espero unos
minutos –la cabeza entre las manos– y pasa. ¿Susto? No. «Son gajes del oficio»,
pienso. Es el oficio de la vejez, con sus altos y bajos, con la prosa del día a
día y el poema –bellísimo– de vivir tal oficio; o el verso de contemplar salir el sol y,
tras su órbita triunfal, verlo hundirse en el ocaso, donde, para escoltarlo, lo
acompañan los más diversos colores, tan atractivos y múltiples, tan vivos; luego
llega la oscuridad de la noche, en la que se abren, trepidando arriba, las estrellas. «Siempre
hay una pequeña luz a la que agarrarse», me consuelo. Pero son luces de la noche,
que, a poco de contemplarlas, te llevan al sueño, donde en él tocas –casi–, la
muerte. Casi, porque del sueño, despiertas; de la muerte, no. Menos mal que la
fe nos dice que del dormir de la muerte despertamos en la vida de Dios. En
estos tiempos de vejez, de limitaciones físicas, de pequeños accidentes, me ha
dado por leer a San Juan de la Cruz: es un modo de revivir lo deteriorado, lo añejo,
de salir de la avería y del cansancio, de respirar el soplo –aliento– del
Espíritu. Dice San Juan: «Mas tú, ¡oh, divina vida!, nunca matas sino para dar
vida, así como nunca llagas sino para sanar». Es un modo, Diario, de subirse a
la esperanza, de moverse en su aire, de respirar su oxígeno, y de vivir –cautiverio venturoso– en ella (12:49:11