16 de octubre de 2021. Sábado.
EL PINCEL INEVITABLE DEL OTOÑO
EL PINCEL INEVITABLE DEL OTOÑO
-El otoño, con pincel inevitable, sigue llenando de colores irreverentes,
decadentes –pero bellos–, el paisaje. Las hojas, en vez de en los árboles, caen
a tierra y la tapizan, y ahí agonizan en la paleta del pintor otoñal. Pisadas las
hojas caídas –¡cuidado, habrás pisado la belleza!– crujen, lloran, se hacen
polvo. Polvo, sin embargo –Quevedo–, enamorado. Pintores como Van Gogh, Connie
Tom o Christian Rohlfs arrebatarán el pincel al otoño y plasmarán sus colores,
sus arrebatos, sus raptos, en lienzos y acuarelas, y así llenarán sus cuadros
de hermosa melancolía, de tiernos y dorados ocasos, de vida. Y pienso: el otoño
de la vida es el más luminoso, el más esclarecedor, el más aclarativo, pues es
el que alumbra más sabiduría, más recuerdos de haber vivido, más intensidad de
pensamiento, más espíritu. Permite que alumbre el alma las imágenes de su memoria,
sus señas de identidad. En su saber otoñal, Juan Ramón Jiménez, dejó escrito:
«En una decadencia de hermosura, / la vida se desnuda, y resplandece / la
excelsitud de su verdad divina». Llama al otoño decadencia –ocaso– de
hermosura, en la que resplandece la vida en la excelsitud de su verdad divina. O
la vida, la verdad divina, Diario, que está, que existe en sus cuatro
estaciones, hasta ser llamada a otra vida trascendente, despojada de hojas, de
intereses caducos y dar –con sus obras– en la Verdad, la que eterniza, la que
no muere, la que siempre, como diría San Juan de la Cruz, «ama en el Amante»
(12:47:25).