10 de octubre de 2021. Domingo.
ME LLUEVE DIOS
ME LLUEVE DIOS
-Salgo del sábado y me lleno de domingo: me llueve Dios. En un mundo
cada vez más desafecto, más hostil hacia el hermano, más cruel, Dios se me
llueve llorando, y me dice: «¡Amaos!» Pero apenas hay quien le oiga; solo unos
pocos escuchan sus palabras, y, haciendo un silencio íntimo, entrañable, las hacen
crecer en su corazón. Dice de Salomón el sabio: «Supliqué y se me concedió la
prudencia, invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría». Es decir, la prudencia
como germen, como origen –manantial que corre– de sabiduría. Mientras invocas,
esperas, y en esta espera o adviento de plegaria y súplica, te llega la
sabiduría. Te invade como una raíz beneficiosa. Entra en tus entrañas y las
puebla de luz y juicio, de madurez; algo, dice Salomón, que preferí a los
cetros y a los tronos, a la salud y a la riqueza, y su resplandor no tiene
ocaso, con ella me vinieron todos los bienes, pues había en ella riquezas
incontables. La sabiduría es, en sí, la trasparencia de Dios, el esplendor, la
huella que él deja en las cosas. En este mundo de ruidos extraños y voraces,
violentos a veces, relativos otras, Dios nos habla, y nos dice, Diario, que
amemos, que en el hermano despojado silabea y luce su presencia, su estela divina, la
verdad de su reinado (11:48:54).
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