1 de octubre de 2021. Viernes.
EL BOSQUE, INTRANSITABLE
EL BOSQUE, INTRANSITABLE
-Ayer salí a andar por la ciudad y me parecía ir esquivando árboles que
se movieran. El bosque, intransitable a veces, de la calle. Tan concurrida
estaba la calle Trapería. Como el ciego del evangelio al que Jesús le
devolviera la vista, veía yo sombras, sombras vivientes, locuaces. Y es que ya apenas
fijo la mirada en las cosas; el hecho de contemplar y ver las cosas moverse me produce
vértigo. Es decir, hace envejecer más mi vejez. Cuando camino, me parece ir
dejando tras de mí un bello rastro –pero cansado– de ancianidad. Aunque trato
de estirarme y parecer que ando sin las muletas de la senectud, de la
longevidad. Me apoyo en mi mente y ella me sostiene; pienso: «El pensamiento no
envejece», y despierto a la fe, que me ejercita en vuelos, y al amor, que me
rejuvenece. Y así doy pasos firmes, aunque piense que en cualquier momento estos
pasos me puedan tirar al suelo. Pero me instalo en la esperanza, y en ella,
Diario, me aseguro las alas para el vuelo del día a día, y, subido al amor de
Dios, intento andar por sendas de verdad y justicia, y de paz, y de
cercanía con los hermanos, que son el cuerpo espiritual de Dios, cuerpo en el
que se hace visible, tocable, y, cuando el llanto se lo permite, risueño, a veces (10:33:55).
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