21 de abril de 2014. Lunes.
LOS OFICIOS
En la humildad del pan, Monumento de San Blas. La Ribera. F: FotVi |
-Ya acabó todo, y felizmente. Oficios, idas y venidas, y cierta
afluencia de fieles; extraordinaria, el domingo. En los Oficios, celebramos
cosas importantes: el Jueves Santo celebramos que Jesús, el llamado Cristo, se
quedara pan y vino en la mesa del pobre, como alimento. Cogió el pan y, ante
los ojos atónitos de los suyos, dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por
vosotros»; lo mismo hizo con el vino: «Este cáliz es la nueva alianza sellada
con mi sangre; haced esto en memoria mía», y ahí está, en el pan y en el vino, y
en las palabras y en el amor de los suyos. Allí donde hay un trozo de amor; es
decir, un trozo de pan partido y compartido, allí está él, puntual, tímido en
la timidez del pan, irreconocible para lo egoísta, cierto para el que da o se
da. El pan no siempre tiene por qué ser pan; puede ser pan, pero puede ser también
uno mismo, que se entrega en donación. Esto fue el jueves; el viernes ocurrió que
este mismo Cristo que se quedaba pan y vino, quiso quedarse además crucificado,
o cosido al amor en forma de cruz, y lo celebramos. Fue una celebración sobria
y trágica, con Cristo dándose en la cruz y preguntando: «Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?». Y, ante la cruz, doblamos la rodilla, adorando así la
voluntad de aquél que prefirió hacer la voluntad del Padre a la suya propia, por
lo que se dejó inmolar. Celebramos la muerte y el sepulcro, para poder celebrar
luego la resurrección. En la Vigilia Pascual abundaron la Luz, la Palabra, los
cánticos de Gloria, los Aleluyas, y la Resurrección. Decía la Escritura «que Él
había de resucitar de entre los muertos», y se cumplió. Fue una reunión de
familia numerosa que celebraba su fe. Niños, adultos, ancianos, y todos haciendo
patente que nos fiábamos de Jesús de Nazaret, el Maestro, el Señor. Fuimos felices;
tanto, que, al fin, Diario, compartimos el buen sabor de una chocolatada, con
bollitos con los que mojar (20:28:13).
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