7 de abril de 2014. Lunes.
LA LUCIDEZ
Lucidez, en el jardín. F: FotVi |
-Si es necesaria la luz, lo es más la lucidez, dijo el sabio. Sin luz se
pueden dar pasos, detectar olores, definir formas con el tacto, u oír sonidos; pero
sin lucidez es imposible saber adónde llevan esos pasos, o de qué son esos
olores, o qué significación tienen las formas, o si lo que se oye son
simplemente ruidos o palabras. Es verdad que, en el principio de todo, para
acorralar el caos y replegar la tiniebla, se hizo la luz. «¡Haya luz!» fue el
primer grito que se le oyó a Dios, y hubo luz. Para, de inmediato, establecer
la lucidez; es decir, «y apartó Dios
la luz de la oscuridad», dice la Escritura; la lucidez apartó la luz de la oscuridad,
que es la simplicidad, la confusión, la perversión, el exceso, la malignidad… La
lucidez y la luz, pues, juntas, para que la luz sepa así huir de la oscuridad,
en la que perdería su estertor de claridad, su diafanidad, su limpieza. Sin
lucidez, hasta la luz se degrada, como el espíritu sin la verdad; o más vulgar:
como la casa sin tejado, lloviéndose. Con todo esto me estoy refiriendo a la Universidad
Complutense de Madrid: con luz (aunque quizá poca), Diario, pero sin lucidez; o
sea, a oscuras, intelectualmente hablando (20:37:24).
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