25 de abril de 2014. Viernes.
ACARICIAR
CON LOS OJOS
Libro abierto, sabiduría disponible. F: FotVi |
-Me gustan los libros, sobre todo si son de sabiduría, aunque hayan sido
durante siglos bestseller, como la Biblia
(en alguno de sus textos) o el Quijote,
o las quevedescas cosas de Quevedo; los bestseller de ahora se me saltan de las
manos, como los cien pájaros volando, menos uno, el libro que estoy leyendo en
el momento, que no es bestseller: pájaro este, pero de buen agüero; pájaro, el
de la lectura, para acariciar con los ojos. Salvo alguna excepción (Cien años de soledad, de García Márquez,
por ejemplo), de los bestsellers decía Borges que son prostitución, a la que él
y otros nunca pudieron acceder porque en su época no existían (los bestsellers):
«No había quien comprara nuestra prostitución», escribió, y deja la duda de si
le hubiera gustado caer en la tentación o no de ser prostituido. Leer, o poner
letras y cosas en los ojos, y saberlas por los ojos, con su nombre. Primero,
allá en la niñez, se ven las cosas y se les pone nombre, se aprende en la vida a
poner nombre a lo que se ve y se toca, y se ama; y, luego, en la escuela, al revés:
los nombres escritos en los libros (y en la pizarra) te van diciendo lo que son
las cosas; cosas, todas, que están en los libros. Los libros saben todas las
cosas y las dicen con su nombre; por eso leer es un ejercicio de encuentro con
la sabiduría. Hoy he entrado en la sabiduría de la Biblia (Hechos de los Apóstoles, de San Lucas), y en Ideas y creencias, de Ortega y Gasset. «Las ideas se tienen; en las
creencias se está», decía él; para añadir que: «en el área básica de nuestras
creencias…, se abren enormes agujeros de duda», porque en la duda, dice, «también
se está». Seguiremos, Diario (22:12:37).
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