9 de abril de 2014. Miércoles.
CASI ME
DESCALZO
Excelencia, en Vilnius, Lituania. F: FotVi |
-Entré en la Universidad de Vilnius, Lituania, y, ante la excelencia,
casi me descalzo, que hubiera podido decir Unamuno. Fue como pisar en terreno
sagrado, y es que el conocimiento, la búsqueda, la sabiduría, el libro, la
cátedra, el maestro, el alumno, en cualquier cultura, lugar y tiempo, siempre han
sido tenidos por cosa sagrada, o tal vez consagrada. La razón es que quizá ahí,
en la Universidad, siga insistiendo, como nueva creación, el dedo de Dios. Porque,
en realidad, la Universidad es (o debiera ser siempre), nueva creación. Entré y
me dije: «Una Universidad limpia», como si fuera algo extraordinario que
chocara con mi experiencia española de cada día. Ni pintadas, ni suciedad, ni
siquiera colillas entre los adoquines, y, menos aún, líricos y orates incitando
a revoluciones. El color marrón claro de las paredes estaba inmaculado, y en el
campus casi había silencio de iglesia. A pesar del trasiego de personas, la
moderación en el hablar era como una especia de signo de cortesía y respeto hacia
ese lugar de trabajo intelectual y casi místico, por espiritual. Se veía llegar
a alumnos con el pitillo en los labios, hacía frío, y, nada más pasar, echarlo en
un recipiente de cerámica que estaba en la misma puerta de entrada. Una
Universidad limpia y estudiosa, me dije, e hice propósito de contarlo, para ejemplo
de otras universidades y de otros ambientes menos estudiosos, Diario, y más
revolucionarios; como la revolución de no estudiar, por ejemplo (19:25:11).
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