28 de julio de 2014. Lunes.
NUEVA YORK,
ABISMO AL REVÉS
Vértigos, en Nueva York. F: Isra |
-Tan haz de monolitos hasta los cielos que es, Nueva York se les acaba,
sin embargo, a Isra y Paqui, mis sobrinos. Del martes 23 al martes 29: una
semana haciendo de los ojos vértigo de la ascensión. En Nueva Yorrrk (como dice
Candela, rayando la erre de York en la pronunciación: -¿Dónde están tus padres?;
-En Nueva Yorrrk -dice); en Nueva York digo, se mira, asombrándose, la altura;
pero sin apenas cielos que ver. Los cielos, en Nueva York, son el fondo de un
abismo al revés. Por allá pasa una nube, quizá la nube de la niña que vendía
nubes en el cuento de Elena Poniatowska, y apenas se ve, tan allá abajo corre,
en el más allá de las moles de hierro y cemento, en ese irse sin fin de la
ciudad hacia el arriba, pero sin llegar jamás al cielo. Nueva York es un ¡oh!
de asombro en los ojos y en la boca, teniendo que subir muy alto para ver un
poco de su altura, justificando así el ¡oh!, que acaba por aullar. Y, conforme se
sube, se agranda el ¡oh! y se acrece el vértigo, y huye el cielo. Ya lo dijo
García Lorca en Poeta en Nueva York: «Pero
yo no he venido a ver el cielo»; Nueva York es subida, subida que baja al
abismo de la altura, prescindiendo del cielo. Nueva York es una levitación, una
atalaya sin vistas al alma, con un ¡OH! enorme que se come la boca del que lo
dice; primero los labios, luego la lengua, y, al quedar sin palabras, queda sólo
el ¡OH!, en el vértigo o aturdimiento de la altura, pero sin alma. ¿O el alma
queda abajo, en el cielo de abajo, en la calle de abajo, donde un negro con trompeta
pide una moneda por un poco de jazz o un niño corre detrás de una mariposa, felizmente
sin alcanzarla, en Brooklyn Bridge Park? Con todo, Diario, me gustaría volver algún
día con el poeta a Nueva York, para, al igual que Paqui e Isra, hacerme un ¡oh!
grande donde pudieran caber quizá un cielo y una tierra, nuevos, y, si posible
fuera, un alma de poeta, libre (19:59:15).
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