18 de abril de 2017. Martes.
SABIO, HUMANO
Bella fragilidad, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-No sé qué palabra
emplear para dirigirme a él, si llamarle padre, o amigo, o abuelo. Como se ve,
tres palabras entrañables, tan cercanas que inflaman si las dices y por las que
corre un cierto aire de familiaridad educada, casi lírica, ciertamente urbana. Yo
le llamaría padre, porque, con sus palabras, su sencilla bondad, su serenidad venerable,
actúa como un padre que fuera a salir de viaje y te dejara sus consejos. O
amigo; llamarle amigo, con el que descansas charlando, o en la cervecería o en la
biblioteca, y hablas de libros, de filosofía, del tiempo, y de cosas sencillas,
como del placer de beberse una cerveza o el sencillo gesto de pasarle el brazo
por el hombro, en señal de complicidad respetuosa. O abuelo, por los 90 años
que cumple, y por su figura un poco cansada y tímida, que sonríe y no renuncia a
hablar con sabiduría y mirándote a los ojos, para no perderse nada de tu
interior, ni de tu geografía facial. ¿Cómo llamar a Benedicto XVI? ¿Padre,
amigo, abuelo? Lo llamaré Benedicto XVI, papa él, que engloba lo de padre, también
lo de amigo, y lo de abuelo. Su voz pausada, su mirar humilde, su sonrisa
benevolente, dan pie, Diario, a tutearle, y a llamarle padre, y amigo, y
abuelo, todo unido a la admiración y al respeto que de él emanan, como un olor de
santidad sin pedestal, modesta, y humana; tan humana, que parece saber a cielo.
Feliz cumpleaños, papa Benedicto XVI, padre, amigo, abuelo, sabio, santo…, y
humano (19:46:30).
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