martes, 13 de marzo de 2018

12 de marzo de 2018. Lunes.
EL ÁNGEL GABRIEL

La inocencia, en el jardín. T. de la Horadada. F: FotVi

-Hoy le rezo al ángel Gabriel, de Níjar. Un ángel más, en el lugar donde los niños viven sin tener que defenderse de la maldad y la mortaja de la indignidad humana. Bastantes veces, el ser humano se ve amortajado en su vileza, en su descomposición moral, en sus frustraciones. Sin embargo, ahí está el niño y su inocencia; o el niño y su cercanía a la divinidad, por su inocencia: el contrapeso positivo, la luz en la oscuridad, la claridad que se adivina en el más allá del abismo, de la mugre humana que se ahoga allá abajo, donde se enredan como serpientes los demonios. Ayer nos llagaba la noticia de la muerte de Gabriel Cruz, el niño de la risa como una música de Vivaldi o un destello de su luz interior. No hay niño que no merezca un cielo, aun en la tierra. Y más cuando al reír, ríe aves del alma o lunas blancas de ensueño. El «pescaíto» -así llamaban a Gabriel: era un dibujante voraz de pescaditos- está ya en el estanque del corazón de Dios. Nadando en su misericordia, bebiendo y chapoteando en su alegría. Ya sé que este modo de contemplar la muerte, de adivinarla, puede no convencer a muchos; pero estoy seguro de que sí a su madre Patricia, que de este modo lo adivinará feliz y vivo para sus recuerdos, en el futuro. «Que lo que quede de este caso sea la fe y las buenas acciones que han salido por todos lados y han sacado lo más bonito de la gente», ha dicho la madre, «y para que no acaben en rabia». Que así sea, Diario; que se haga justicia, pero desde el amanecer de la piedad (18:29:38).

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