12 de marzo de 2018. Lunes.
EL ÁNGEL GABRIEL
La inocencia, en el jardín. T. de la Horadada. F: FotVi |
-Hoy le
rezo al ángel Gabriel, de Níjar. Un ángel más, en el lugar donde los niños
viven sin tener que defenderse de la maldad y la mortaja de la indignidad
humana. Bastantes veces, el ser humano se ve amortajado en su vileza, en su
descomposición moral, en sus frustraciones. Sin embargo, ahí está el niño y su
inocencia; o el niño y su cercanía a la divinidad, por su inocencia: el
contrapeso positivo, la luz en la oscuridad, la claridad que se adivina en el
más allá del abismo, de la mugre humana que se ahoga allá abajo, donde se
enredan como serpientes los demonios. Ayer nos llagaba la noticia de la muerte
de Gabriel Cruz, el niño de la risa como una música de Vivaldi o un destello de
su luz interior. No hay niño que no merezca un cielo, aun en la tierra. Y más
cuando al reír, ríe aves del alma o lunas blancas de ensueño. El «pescaíto» -así
llamaban a Gabriel: era un dibujante voraz de pescaditos- está ya en el
estanque del corazón de Dios. Nadando en su misericordia, bebiendo y
chapoteando en su alegría. Ya sé que este modo de contemplar la muerte, de
adivinarla, puede no convencer a muchos; pero estoy seguro de que sí a su madre
Patricia, que de este modo lo adivinará feliz y vivo para sus recuerdos, en el
futuro. «Que lo que quede de este caso sea la fe y las buenas acciones que han
salido por todos lados y han sacado lo más bonito de la gente», ha dicho la
madre, «y para que no acaben en rabia». Que así sea, Diario; que se haga
justicia, pero desde el amanecer de la piedad (18:29:38).
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