19 de marzo de 2018. Lunes.
BESÁNDOTE LA MANO
La oscuridad de lo anciano, en Murcia. F: FotVi |
-Y el día
del padre –como el de la madre-, se comercializó. Se hizo recaudación, caja. Porque
parece que ya no hay amor sin regalo, ni regalo sin puerta a la que llamar y
entregar. Si el regalo es muy bueno, amas mucho; si no, eres un pobre mal
nacido sin amor y sin sensatez. Amar al padre ¡y decírselo!, ese es el gran
regalo. Los padres están hambrientos de palabras, de miradas, de gestos, y no
de una mezquina dádiva material, que nada dice. O solo dice un «te quiero», sin
convicción y con el aparentemente regalo de un beso en el papel de envolver del
obsequio, mezquindad. Yo prefiero un beso sin el papel de envolver de lo que se
esfuma, un beso fiel y que suene a beso en el rostro, en las manos, de corazón
a corazón, como un estallido de agradecimiento hacia lo que es la paternidad, o
la donación desprendida. Yo, padre, hoy, día del Padre, beso tus manos
agrietadas por manipular cal en el crudo invierno, por ser un albañil que, sin
estudios especiales, concebía y construía casas de paredes aplomadas con
balcones abiertos a la aventura. Padre, perdona sin en algún momento no te
valoré lo suficiente; ahora te recuerdo como señor de mi vida, erguido ante mí,
y besándote la mano. En el día del padre, Diario, este es mi regalo, que nunca
olvido (11:10:12).
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