11 de septiembre de
2018. Martes.
LLUVIA
DE PÉTALOS
Camino del monte, en Murcia. |
-Me
despierto, oigo un cohete y me digo: «La Virgen camino del Santuario». Así es;
la Virgen deja la ciudad y sube al monte, donde la paz y el pino, y la
contemplación, y el silencio, o el susurro de Dios. Es decir, el lugar donde se
cobija la armonía. Pero subir la Virgen al monte, el protocolo, es una
idolatría. Se agasaja la fiesta y se olvida la razón de ser de esa fiesta. La
abeja pasa de la flor y busca la corola, donde se halla el polen, y allí se
sacia. Quiero decir que, en estas romerías, la Virgen va por un lado y la mayor
parte de la gente, los vítores, los cohetes, el barullo, la tertulia amistosa, van
por otro. En estos casos solo he visto unos pocos ojos que lloraban, o unas
manos que suplicaban, todo lo demás es jolgorio devoto, con incienso y ruido, y
comida posterior en el monte. Es la otra liturgia, la que no dice nada, o la que
lo dice todo. Pero estos ojos que lloran y estas manos que suplican bastarían
para poner una nota de luz en tanta oscuridad, en tanto folklore. Yo, Diario,
me fijo en esos ojos y en esas manos que oran, que imploran, y doy por bueno
todo lo demás, la romería, la lluvia de pétalos, la tradición: y pido que no acabe (18:46:30).
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