31 de enero de 2020. Viernes.
PRIMERA MUESCA DEL
AÑO
El candor de lo que empieza, en el jardín. Torre de la Horadada, F; FotVi |
-Lo primero que hace un
niño al nacer es llorar, su primer lenguaje, y, tras percatarse del olor a
madre que le rodea, olor a ternura, dormirse; luego, llegan las palabras, y con
ellas, el amor, el decir, el asombrarse ante el rumor del insecto o el
esplendor de la luz, y el ser libre. ¡Ay, ser libre! Y también, si a este niño no
se le hace ver que el bien, a la larga, es más rentable, espiritual y
socialmente, hacer el mal. El bien, que casi siempre viene apoyado en la fe,
que es esperanza y religión; o sea, hombre esperanzado y religioso (religiosus: «escrupuloso») no por estar
el hombre atado a Dios, sino por ser persona que no se comporta a la ligera,
sino cuidadosamente, con el cuidado de serle fiel, útil, a Dios y al próximo. (Ortega). Cuando pones a
Dios en tu horizonte, como meta, como iluminación, tus actos se forjan más en
la pureza que en el libertinaje, más en la claridad que en la sombra o la
veladura. Hoy, 31 de enero, primera muesca del año, y, cuando se acerca el fin,
vuelvo a mi niñez, aquel tiempo en el que solo era mirada y asombro, y, en la
escuela, Diario, niño que aprendía, revoltoso principiante, buscador de cosas admirables,
como Dios o las estrellas, en el silencio (18:01:34)