16 de febrero de 2020. Domingo.
ALELUYAS BRUMOSOS
La luna y la nube, como himno de vejez. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Domingo y niebla; o
domingo de aleluyas brumosos. Los aleluyas se revisten de sayo y de pobreza, es
otro modo de celebrar el día del Señor. También el cielo mira a la pobreza,
para iluminarla, darle esperanza, y, si viene al caso, remediarla. El sol, sin
embargo, trata de sacudirse la sombra (su sombra), como el señorón del puro que
intenta quitarse al pobre de encima, dándole unos céntimos. U olvidándolo. Y lo
hace con la indiferencia del satisfecho. Hoy nos hemos reunido 11 fieles para
celebrar la misa: 10 curas y un seglar. Todos nos hemos congratulado, pues cada
domingo nos solemos reunir no más de siete. Hoy por poco llegamos a los doce que
reunió Cristo en la última cena. En este memorial de su cena, que es la misa, Cristo
estaba, pero sus discípulos solo hemos llegado a 11. Sin embargo, la oración ha
brotado populosa y distinta, aunque con síntomas de cansancio. En boca de un
anciano, hasta la oración jadea, y, por el camino, se pierden palabras entre las
mellas de los dientes. Pero es oración que alaba, reflexiona, pide, y da alegría.
El seglar, Óscar, era el único joven que rezaba con nosotros. Y es que celebrábamos
la misa de un compañero fallecido el martes, muy amigo suyo. Este domingo hemos
cumplido con Dios, con el amigo y con nosotros mismos. Y como dice el salmo, Diario,
hemos cantado al Señor un himno nuevo, sin arpas de diez cuerdas, pero con la
alegría, un poco cansada, de los muchos años de sus intérpretes (19:11:12).
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