27 de diciembre de 2015. Domingo.
TOQUÉ LA NAVIDAD
Dios a cuerpo limpio, en Belén. |
-Tocó la Navidad y se
mojó de misterio. (Toqué la Navidad y me mojé de sacramento). No caben en la
lógica -en Navidad- ni un Dios bebé en brazos de una mujer virgen, ni un padre
que no lo es y que siente sin embargo el temblor de la paternidad, excitada, cuando
toma al niño y lo mece. Hay cánticos extraños en el cielo (gloria a Dios, paz a
los hombres de buena voluntad) y pastores que se postran ante el recién nacido con
la humildad de la ofrenda y el silencio de la fe. Todo ilógico, pero real. (Arrodillarse
ante lo humilde es un modo de hacerse grande ante la Grandeza). Un pesebre es
humildad, y las pajas donde un Niño gorjea, y el silencio de la adoración. La
pobreza, si se adora, es riqueza en Belén. La pobreza, es decir, la niñez
maltratada, el anciano solitario, el mendigo que pide limosna y vive de la
calle, el no nacido abortado, el emigrante sin horizonte, la mujer herida en su
dignidad, en su grandeza, la injusticia del rico, lo inhumano de la guerra, el
niño Aylan ahogado y hallado en la playa, su templo, los cientos de niños cristianos,
o no, exterminados por el terror y silenciados, el terror mismo y sus arañas de
odio, la inocencia de un belén quemado, sin causa, todo lo que sufre, cualquier
ser, cualquier cosa, la hormiga o el toro, o el pájaro enjaulado…, toda esta lujosa
pobreza, Diario, es riqueza en Belén, donde nace el Emmanuel, Dios sin su cielo,
o Dios a cuerpo limpio, venido a menos, pero Dios (19:05:19).