13 de diciembre de 2016. Martes.
DIAMANTES ROTOS
Lágrimas calladas, en El Cairo. Egipto. F: ABC |
-Veo en la prensa una foto de una monja llorando. Oigo
esas lágrimas. Las oigo en mis ojos, como lamentos callados del mundo. La causa
ha sido una masacre -23 víctimas- en una catedral cristiana copta de El Cairo.
En vez de rezos reflexivos y de alabanza, ha habido bombas, y un salmo de
desesperación en las lágrimas de la monja, un tumulto interior de preguntas -¿Por
qué, Señor?-, quizá sin respuesta. O con una respuesta tan íntima, tan
postrada, que no oímos. Las preguntas quedan petrificadas en las lágrimas, que se
hacen diamantes rotos, cuentas de un rosario atormentado que nunca acaba. Un
rosario de muerte. Y en ningún lugar del mundo he oído un minuto de silencio (el
silencio es audible) por esta acción cruda y feroz contra unas personas que
hacían sus rezos, sus inciensos de fe, sus manos de paz alzadas. Los minutos de
silencios suenan más -y se exhiben más- si se hacen en los estadios o en las
plazas públicas de los ayuntamientos. Aunque esos minutos de silencio, a veces,
no digan nada. O digan un poco de algo sin definir. Y todo porque como dicen
que dijo Curcio Rufo, historiador romano: «Los ríos más profundos son siempre
los más silenciosos». Puede ser. Tal vez, esas lágrimas tan clamorosas y
calladas de la monja, sean el minuto de silencio enternecido que el mundo no ha
dicho, y que ella, Diario, lo ha expresado llorando, con las manos enlazadas y
el corazón absorto, vislumbrando que algo suena más allá de las bombas, en lo
invisible, donde el espíritu ve lo que no los ojos, o que los ojos ven y no lo
dicen (11:08:49).